Siempre me ha fascinado la historia de Jeffrey Hudson.
Fue presentado como un "regalo" a la reina Enriqueta de Inglaterra, esposa de Carlos I. Se convirtió en el "enano" y bufón oficial de la corte. Su primera aparición tuvo lugar cuando apenas tenía siete años, saliendo de un pastel ofrecido a la reina.
Encantada, decidió que tenía que "tener" al pequeño, y así comenzó a vivir en la corte. Fue educado y se volvió bastante ingenioso, entreteniendo a los miembros de la corte y a los visitantes con sus ingeniosas respuestas cada vez que se burlaban de él.
Con el tiempo, se sintió más cómodo confrontando a los nobles, colocándolos verbalmente en su lugar cuando se pasaban de la raya.
De adulto, Jeffrey Hudson fue nombrado capitán por la reina Enriqueta y participó en una incursión militar, a pesar de medir solo unos 63 centímetros, apenas un poco más que un bebé.
Continuó llamándose "capitán" y se volvió arrogante, negándose a permitir que se burlaran de él, ya que se había convertido en un veterano de verdad.
Cuando un miembro de la corte, hermano de un poderoso noble llamado William Crofts, lo insultó, Hudson lo retó a un duelo. Crofts llegó al duelo con una especie de pistola de agua rudimentaria para rociar a su pequeño oponente. Hudson, que no encontró gracia en la situación, llevó un arma cargada y mató a su matón.
El capitán Jeffrey Hudson fue condenado a muerte, pero la reina conmutó su sentencia y lo alejó de su séquito en Francia, donde se encontraba.
En el camino, de regreso a Inglaterra, fue secuestrado por piratas berberiscos, quienes lo mantuvieron trabajando en sus galeras como esclavo durante 30 años. Milagrosamente, al ser liberado, Hudson había duplicado su altura, alcanzando los 114 centímetros (poco más de un metro).
Falleció en 1682 a los 60 años, siendo un hombre pequeño y valiente que se negó a ser la curiosidad a la que su altura lo había condenado.

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