MP3
Su nombre es Karlheinz Brandenburg, y mientras terminaba su doctorado en la Universidad de Erlangen-Nuremberg, Alemania, empezó a trabajar en algo que cambiaría la historia: un formato de audio tan ligero que pudiera viajar por internet… pero tan preciso que el oído humano no notara la diferencia.
Muchos se rieron. “Eso nunca funcionará”, le decían.
Pero él no buscaba aprobación. Buscaba perfección.
Durante años estudió cómo escuchamos. No solo lo que suena, sino lo que el cerebro decide ignorar. Esa ciencia se llama psicoacústica, y fue la clave.
Así nació, en 1989, el formato MP3: pequeño, potente, revolucionario.
Al principio, pocos lo tomaron en serio. Algunas empresas lo usaron sin permiso. Otros lo ignoraron.
Hasta que llegó internet. Napster. El iPod.
Y, de pronto,… el MP3 estaba en todas partes.
Canciones que antes ocupaban muchos datos ahora cabían en segundos. Ya no necesitábamos estantes llenos de discos: la música iba contigo, en tu bolsillo, en tu mundo.
Todo gracias a un hombre que no aceptó el “no se puede”.
Karlheinz Brandenburg no solo creó un formato. Le puso ritmo al futuro.

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