20250628
Un día, una pareja humilde, vestida con sobriedad,
llegó a Harvard sin cita ni reconocimiento alguno.
Él, de traje sencillo, ella con un vestido de cuadritos.
La secretaria adivinó instantáneamente que esos
campesinos venidos de los bosques, no tenían nada que hacer
allí en Harvard.
- Deseamos ver al presidente, -dijo suavemente el hombre.
- Él está ocupado, -contestó seca la secretaria.
- Esperaremos, replico la mujer. Esperaron en el vestíbulo.
Y esperaron. Y esperaron.
Por horas, la secretaria los ignoró esperando que la pareja
finalmente se desanimara y se fuera, pero ellos no lo hicieron…
y la secretaria vio aumentar su frustración. Finalmente,
acorralada, decidió interrumpir al presidente.
- Tal vez si usted conversa con ellos por unos minutos se irán,
-le dijo la secretaria al Presidente de la Universidad.
Él hizo una mueca de desagrado, pero aceptó renuente.
Alguien de su importancia obvio no tenía el tiempo para
ocuparse de gente con vestidos y trajes baratos.
Cuando finalmente los atendió el rector, los escuchó con fastidio.
—Queremos donar un edificio, en memoria de nuestro hijo
—dijo él con voz serena.
- Tuvimos un hijo que asistió a Harvard por sólo un año,
él amaba a Harvard y era feliz aquí, pero lamentablemente
hace un año murió. Mi esposo y yo deseamos levantar algo
en alguna parte del campus, para que permanezca en memoria de nuestro hijo.
- Señora, discúlpeme, pero no podemos poner una estatua
para cada persona que asista a Harvard y fallezca.
Si lo hiciéramos, este lugar parecería un cementerio.
- ¡Oh, no! -explicó la mujer rápidamente:
No deseamos erigir ninguna estatua. En realidad, pensamos
que nos gustaría donar un edificio a Harvard.
El presidente boquiabierto y burlón, echó una mirada al
vestido y al traje barato de la pareja. El rector frunció
el ceño, miró sus ropas e hizo una pausa.
—¿Un edificio? ¿Saben cuánto cuesta un edificio aquí?
Le sorprendería. Harvard posee ya más de 7.5 millones de
dólares en su infraestructura —respondió condesciendo con voz fría.  
La pareja se miró. No estaban ofendidos. Solo asintieron con calma.
—Si eso es lo que se necesita para construir una universidad…
—¿Entonces por qué no fundamos la nuestra? —susurró la esposa.
El silencio del rector fue monumental.
Sin más palabras, el hombre tomó la mano de su esposa y se alejó.
El rostro del presidente se oscureció en confusión y desconcierto.
Algo le dijo que había cometido un gran error. En ese instante
nació la Universidad de Stanford.
La Universidad "Leland Stanford Junior" fue inaugurada en 1891,
en Palo Alto, CA.. "Junior" porque era en honor al fallecido
hijo del rico terrateniente. Sí: aquellos que Harvard desdeñó
fueron, en realidad, el señor Leland Standford y su esposa Jane
y en esa humillación hallaron su fuerza.
Jane Stanford jugó un papel fundamental en la fundación y
consolidación de la universidad, especialmente tras la muerte
de su esposo en 1893.
Porque a veces, un “no” injusto puede encender la voluntad de cambiar el mundo.
/8
La diosa Ocaña
«Esta canción es la historia de un mariquita andaluz a
mediados de los 70 en Barcelona se solía pasear por
las Ramblas vestido de flamenca pero no llevaba ropa
interior, entonces si veía un guardia civil, pum,
se levantaba la falda, si veía una monja, se levantaba
la falda, si veía, yo qué sé, lo que viera… si al final
lo que el quería conseguir es que la gente dejara de
estar triste, pintaba las vírgenes, decía que en Andalucía
las vírgenes eran muy tristes, es verdad, siempre están dramáticas,
las vírgenes del hijo doliente, y él las pintaba con castañuelas,
con abanicos, con peinetas… y se disfrazó una vez de Sol,
o sea, de bengala, en el carnaval de Cantillana, que era su pueblo, en Sevilla y se quemó. Y se murió. Y es un poco el romance que les voy a cantar»
Con estas palabras presentaba Carlos Cano el Romance a
Ocaña, canción que le dedicó a la diosa Ocaña en Cuaderno
de Coplas, aquel disco que prologó Antonio Gala con unas
palabras que no pierden vigencia con el paso del tiempo.
«si no se avanza recordando, se tropieza…«.
José Pérez Ocaña nació en Cantillana, un pueblo cercano
a Sevilla, en 1947. Creció en plena postguerra, una tiempo
muy duro, sobre todo en Andalucía y su entorno rural,
lo cual le hizo ponerse a trabajar desde muy joven,
primero en el campo, y algunos años más tarde, entrando
en la veintena, blanqueando, no como la Pantoja y su
circo de horteras, sino con la brocha gorda que le dio
su tío. Ya por entonces empezaba a desarrollar su creatividad
pintando en lienzos y paredes de manera autodidacta.
Ocaña nunca escondió su homosexualidad, ni siquiera
en el pudor de la adolescencia, y aunque entonces era
un tema problemático en algunas familias, cuando hay
hambre estos conflictos se diluyen.
La diosa Ocaña
«Esta canción es la historia de un mariquita andaluz a
mediados de los 70 en Barcelona se solía pasear por las
Ramblas vestido de flamenca pero no llevaba ropa interior,
entonces si veía un guardia civil, pum, se levantaba
la falda, si veía una monja, se levantaba la falda,
si veía, yo qué sé, lo que viera… si al final lo que
el quería conseguir es que la gente dejara de estar
triste, pintaba las vírgenes, decía que en Andalucía
las vírgenes eran muy tristes, es verdad, siempre están
dramáticas, las vírgenes del hijo doliente, y él las
pintaba con castañuelas, con abanicos, con peinetas…
y se disfrazó una vez de Sol, o sea, de bengala, en
el carnaval de Cantillana, que era su pueblo, en Sevilla
y se quemó. Y se murió. Y es un poco el romance que les voy a cantar»
Con estas palabras presentaba Carlos Cano el Romance a Ocaña,
canción que le dedicó a la diosa Ocaña en Cuaderno
de Coplas, aquel disco que prologó Antonio Gala con
unas palabras que no pierden vigencia con el paso del tiempo. «si no se avanza recordando, se tropieza…«.
José Pérez Ocaña nació en Cantillana, un pueblo
cercano a Sevilla, en 1947. Creció en plena postguerra,
una tiempo muy duro, sobre todo en Andalucía y su
entorno rural, lo cual le hizo ponerse a trabajar
desde muy joven, primero en el campo, y algunos años
más tarde, entrando en la veintena, blanqueando,
no como la Pantoja y su circo de horteras, sino
con la brocha gorda que le dio su tío. Ya por
entonces empezaba a desarrollar su creatividad
pintando en lienzos y paredes de manera autodidacta.
Ocaña nunca escondió su homosexualidad, ni siquiera
en el pudor de la adolescencia, y aunque entonces
era un tema problemático en algunas familias,
cuando hay hambre estos conflictos se diluyen.
Ocaña, por Conchita Fernández Punsola
Ocaña, por Conchita Fernández Punsola
Era una persona muy observadora, tenía fijación c
on el protocolo y amaba la imaginería grandilocuente,
tal vez por eso, se fascinaba con los entierros
a la antigua usanza, con unos velatorios repletos
de plañideras y las reuniones de viudas y viejas
de pueblo. Cuentan los que le conocieron que se
animaba notablemente al llegar la primavera, por
aquello de las flores, y le duraba la alegría hasta
el final del verano, sobre todo el 25 de agosto,
cuando celebraban en Cantillana las fiestas de la
Asunción Gloriosa.
Amaba el teatro, seguidor incondicional de la
obra de Lorca y los hermanos Alvárez Quintero.
Su hermana mayor, María, participaba por entonces
en un grupo de teatro local y él solía acompañarla
quedándose embobado viéndola actuar. A principios
de los 70, cansado de tanta hipocresía emigra a
Barcelona buscando libertad y ampliar su actividad
artística. Allí alternó su trabajo de pintor con
su labor artística. Fueron años duros pero pronto,
gracias a su personalidad, fue muy conocido. Organizó
varias exposiciones y teatrillos, llegó a pintar más
de 500 obras, salía a la calle travestido provocando
escándalos repletos de folclóre con su puntito transgresor,
ya fuera vestido de faralaes por Las Ramblas o en la
Plaza Real cantando por Juanita Reina,… Fue su época
dorada en la que junto a los artistas Camilo y Nazario,
los tres paisanos que fueron un día hacia Barcelona
para despertar a golpe de pintura, abanicos y maquillaje
a un país que todavía seguía inmerso en el letargo en
blanco y negro del régimen franquista.
Una de las primeras manifestaciones a favor de los
derechos de los gays y lesbianas fue motivada por su
arresto en 1976 por «escandalo público».
En 1983 un accidente en las fiestas de Cantillana le
provocó la muerte. Según la versión oficial, en una
fiesta infantil, una de las bengalas que llevaba su
traje de Sol prendió su disfraz, ocasionandole graves
quemaduras de las que no pudo recuperarse, muriendo días después,
el 18 de septiembre. Otra versión cuenta que Ocaña iba
vestido de Dama de las Camelias y fue un niño quien le
arrojó una bengala… Lo mismo da, murió demasiado joven,
entrando por la puerta grande en el mundo de los mitos.
«Mientras otros intrigaban, manipulaban y se destrozaban
buscando acomodo junto al nuevo poder -dejó escrito Nazario-,
nosotros nos dedicábamos a pasarlo bien. Bebíamos, ocupábamos
la calle, follábamos… Pero, además, buscábamos nuevas formas
de expresión, nuevas músicas, nuevas revistas, nuevo cine».
Ay, se fue.. Se fue vestida de día…
youtube.com/watch?v=Z5SPEW4U-bE&ab_channel=RTVEMúsica
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20250625
TODO EL MUNDO CONOCE A SÓCRATES, PERO NO A ASPASIA DE MILETO QUE FUE SU MAESTRA Y QUE PERMITIÓ QUE LA LLAMARAN PROSTITUTA PARA PODER FILOSOFAR CON LOS HOMBRE.
El origen jonio de Aspasia puede explicar tanto su estilo de vida libre como su formación intelectual.
Aspasia fue pareja de Pericles y profesora de retórica en el círculo del mismo. Se dice que escribió la famosa oración fúnebre de Pericles del año 430, y aparece en los Diálogo de Platón como maestra de Sócrates. Esquines, en su diálogo socrático "Aspasia" la menciona como maestra sofista.
Aspasia aunaría los roles de esposa y de hetaira (prostituita), dado que sólo por este estatus, podía incorporarse a los círculos masculinos de la sociedad ateniense; también fue maestra de oratoria, según se puede leer en el Menexeno de Platón.
Plutarco acepta que Aspasia fue una figura significativa, tanto política como intelectualmente, y expresa su admiración por una mujer que fue capaz de «dirigir a su antojo a los principales hombres del estado y ofrecía a los filósofos la ocasión de discutir con ella en términos exaltados y durante mucho tiempo»
Finalmente fue sometida a un proceso de impiedad por corromper a las mujeres de Atenas, del que salió indemne; en torno a ello hay quienes suponen que se desarrolló el incipiente movimiento de emancipación femenina.
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¿Alguna vez has oído hablar de un niño tan inteligente que podría haber cambiado el mundo...
William Sidis nació en 1898 en Nueva York y, desde pequeño, demostró ser un genio inigualable. A los 18 meses ya podía leer el periódico. A los 6 años dominaba varios idiomas, incluyendo latín, griego, ruso y francés. Y a los 11, ingresó nada menos que a la Universidad de Harvard. Parecía que el futuro de la humanidad estaba en sus manos. Pero algo inesperado sucedió…
Desde el principio, la prensa lo llamó “el niño más inteligente del mundo”. Sus habilidades eran tan asombrosas que muchos lo comparaban con los más grandes genios de la historia. Sin embargo, esa misma atención fue lo que terminó destruyéndolo.
Sidis nunca quiso la fama. No quería ser un espectáculo ni cumplir con las expectativas que los demás tenían sobre él. Mientras el mundo lo veía como una mente brillante destinada a la grandeza, él solo quería vivir una vida tranquila, lejos de los reflectores. Entonces, decidió hacer algo que nadie esperaba: desaparecer.
A medida que crecía, se alejaba más y más de la vida académica. En lugar de buscar el reconocimiento, tomó trabajos simples, cambiaba constantemente de identidad y se ocultaba del mundo. Dejó de lado la ciencia y la matemática y se obsesionó con temas poco convencionales, como la historia de las tribus nativas americanas y la creación de lenguajes propios. Era como si quisiera deshacerse por completo del título de “genio” que lo perseguía desde la infancia.
Pero, ¿qué llevó a una de las mentes más brillantes del siglo XX a rechazar la vida pública y vivir casi en el anonimato? Algunos dicen que fue el peso de las expectativas. Otros creen que simplemente nunca quiso ser un espectáculo para la sociedad. Sea como sea, William Sidis se convirtió en un enigma.
En la adultez, su vida se volvió cada vez más misteriosa. Vivía en habitaciones alquiladas, trabajaba en empleos básicos y evitaba cualquier tipo de atención. La prensa lo buscaba, pero él siempre se las arreglaba para escapar. Y así, poco a poco, su rastro se fue desvaneciendo.
En 1944, su historia tuvo un final tan enigmático como su vida: murió en total anonimato a los 46 años. Sin dinero, sin reconocimiento, sin rastro de la grandeza que una vez le prometieron. Pero su legado sigue vivo, y su historia nos deja con una gran pregunta:
¿qué es más importante, la genialidad o la libertad de elegir cómo vivirla?
Tal vez William Sidis no desapareció sin dejar rastro… tal vez simplemente decidió ser libre.
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El matemático que se salvó de la muerte... ¡calculando su lugar!
Atrapado, Josefo se refugió en una cisterna subterránea con otros 41 combatientes. Allí permanecieron ocultos durante tres días. Finalmente, fueron descubiertos.
Antes de ser capturados, el grupo tomó una decisión drástica: preferían matarse entre ellos antes que caer en manos romanas. Curiosamente, los invasores aceptaron la propuesta. Sin embargo, Josefo no quería morir.
Así, entre la desesperación y el cálculo, ideó un plan. Propuso que los hombres se colocaran en círculo. Cada uno debía matar al compañero a su izquierda, hasta que solo quedara uno con vida. Mientras los demás aceptaban su destino, Josefo hizo sus cálculos.
Con precisión, escogió la posición número 19 y fue el último sobreviviente. Cuando los romanos lo encontraron, admiraron su astucia. No solo había sobrevivido, sino que había resuelto un problema matemático en medio de una masacre. Le perdonaron la vida.
Más tarde, se convirtió en ciudadano romano y cronista de su tiempo, dejando testimonios invaluables de la historia del judaísmo y del Imperio.
Hoy, ese dilema es conocido como el "Problema de Josefo", un clásico de la teoría de juegos y la lógica matemática. Pero en su origen, no fue un juego.
Fue un acto de ingenio... para escapar de la muerte.
https://www.youtube.com/watch?v=pkq_6DXycZg
¿Por qué el signo de interrogación tiene esa forma?
En la Edad Media, cuando los libros eran copiados a mano por monjes en los monasterios, no existían aún los signos de puntuación tal como los conocemos.
Para indicar que una oración era interrogativa, los copistas escribían al final la palabra “quaestio”, del latín, que significa “pregunta”.
Pero copiar esa palabra completa una y otra vez era lento y ocupaba espacio, así que empezaron a abreviarla como “qo”.
Aun así, había un problema: esas dos letras podían confundirse con otras abreviaturas del latín. ¿La solución? Superponerlas: la “q” arriba, la “o” abajo. Con el paso del tiempo, la “q” se fue estilizando hasta parecer una curva, y la “o” se convirtió en un simple punto.
Así nació el signo de interrogación (?), tal como lo conocemos hoy: una pregunta hecha símbolo.
Una forma curva que se inclina sobre sí misma, como si dudara, y un punto que le da firmeza. Porque incluso en la duda, hay una pausa.
Un lugar para pensar. Un espacio para la curiosidad.
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