20241217

 

El rey Minos de Creta, para mantener la paz con Atenas, impuso una condición: cada nueve años, Atenas debía enviar siete muchachos y siete doncellas a Creta para ser sacrificados al Minotauro, un monstruo que habitaba en el laberinto, como pago por la muerte del hijo del rey Minos, asesinado en Atenas. Ante esta situación, Teseo, el único hijo del rey de Atenas, Egeo, se ofreció a sí mismo para salvar a su ciudad; o derrotaba al Minotauro o sería sacrificado.
Así, Teseo, junto con el resto de jóvenes atenienses, fue embarcado y conducido a una celda en Creta. La prisión donde Teseo y los otros jóvenes fueron confinados lindaba con el parque por el cual las hijas del rey Minos, Ariadna y Fedra, solían pasear. Un día, el carcelero avisó a Teseo que alguien quería hablarle. Al salir, el joven se encontró con Ariadna, quien, subyugada por la belleza y el valor del joven, decidió ayudarle a matar al Minotauro a escondidas de su padre, el rey Minos. “Toma este ovillo de hilo -le dijo Ariadna- y cuando entres en el laberinto, ata el extremo del hilo a la entrada y ve desenrollando el ovillo poco a poco. Así tendrás una guía que te permitirá hallar la salida”. Ariadna le dio también una espada mágica.

A la mañana siguiente, el príncipe fue conducido al laberinto; tomó el ovillo, ató el extremo del hilo al muro, y fue desenrollándolo a medida que avanzaba por los pasillos. Tras mucho caminar, penetró en una gran sala y se encontró frente al temible monstruo con cabeza de toro y cuerpo de humano, el Minotauro, que bramaba de furia lanzándose contra el joven Teseo.

El Minotauro era tan espantoso que Teseo estuvo a punto de desfallecer, pero logró vencerlo con la espada mágica.
Luego, le bastó seguir el hilo de Ariadna en sentido inverso y pronto pudo atravesar la puerta de salida del laberinto.

Teseo salvó su vida, la de sus compañeros y liberó a su ciudad, Atenas, de tan terrible condena. Dispuestos ya a reembarcar, Teseo llevó a bordo en secreto a Ariadna y también a Fedra, quien no quiso abandonar a su hermana mayor.
Pero hete aquí que Teseo le había dicho a su padre, el rey Egeo, que si volvía victorioso de Creta tras su lucha con el Minotauro, izaría en su barco unas velas blancas.
Por el contrario, si moría, la tripulación dejaría las velas negras con las que habían zarpado de Atenas.
Sin embargo, en su vuelta, y tras vencer al Minotauro, Teseo, agotado por el viaje y la lucha, se durmió, no dando la orden a su tripulación de cambiar el velamen, y su barco continuó con las velas negras. Estas velas fueron las que su padre, el rey Egeo de Atenas, vio a lo lejos, y, devastado por el dolor, creyendo que su hijo Teseo había muerto, se arrojó desde lo alto de un acantilado al mar.
Y ese mar, en honor a aquel rey de la mitología griega, todavía hoy lleva su nombre... el Mar Egeo.



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