- LA CARTA -
Estamos en una EspaΓ±a (1921) donde la poblaciΓ³n era en su mayorΓa analfabeta. Sin embargo muy pocas veces habremos leΓdo una carta de amor de tanta belleza, de tantas emociones contenidas, de tanta sinceridad y transparencia en los sentimientos.
En la primavera de 2012, en excavaciones en lo que antaΓ±o fue el fortΓn espaΓ±ol de Monte Arruit (a unos 30 km de Melilla) apareciΓ³ el cuerpo momificado de un soldado espaΓ±ol.
SegΓΊn cuentan los arqueΓ³logos y antropΓ³logos, las condiciones climΓ‘ticas de la zona han hecho posible la buena conservaciΓ³n del cuerpo asΓ como la de alguna de sus pertenencias y restos del uniforme.
Entre sus pertenencias destaca una pitillera de cuero y metal con las iniciales P.G., una foto de una mujer joven, una pequeΓ±a moneda de plata con la efigie de Alfonso XIII y una extensa carta todavΓa legible.
Todos los indicios, y sobre todo por el lugar del hallazgo y dataciΓ³n de la carta, apuntan a que este hombre fue una de las vΓctimas de la matanza de espaΓ±oles acaecida el 8 de agosto de 1921 en Monte Arruit. Es uno de los episodios mΓ‘s lamentables ocurridos en la Guerra del Γfrica .
Los investigadores quedaron asombrados al leer la carta que portaba este soldado. El papel amarillento, compuesto por dos pΓ‘ginas y doblado por la mitad estaba metido en un sobre. Los datos personales no han sido revelados por las fuentes investigadoras.
En el sobre dice:
Hermano de armas, si lees esto serΓ‘ porque yo habrΓ© muerto. Por favor, cumple la ΓΊltima voluntad de este soldado espaΓ±ol que ha caΓdo por la Patria y haz llegar esta carta a MarΓa […] que vive en MΓ‘laga en la calle […]. Sus padres se llaman Manolo y Antonia.
En la carta se puede leer:
Mi dulce MarΓa,
Nunca pensΓ© escribir esta carta, pero lo preocupante de la situaciΓ³n me lleva a ello. Llevamos dΓas atrincherados y defendiendo Monte Arruit, apenas tenemos agua y comida. Los moros nos cercan y nos hacen fuego, cada dΓa tenemos nuevas bajas, ya sea por causa enemiga o por efecto del calor, y no tenemos medicamentos ni medios de asistencia sanitaria.
SegΓΊn dicen, el General Berenguer le ha prometido a Navarro que mandarΓ‘n refuerzos desde Melilla, pero la ayuda nunca parece llegar. Hay descontento y pesar entre los hombres aquΓ. Hay rumores fiables de que se negociarΓ‘ la rendiciΓ³n de la plaza, pero no sabemos mucho mΓ‘s al respecto.
No sΓ© quΓ© pasarΓ‘, hemos pasado muchas penurias en esta maldita guerra, pero como la de Monte Arruit no la he vivido. Ya se sabe como actΓΊan los moros y tengo mucho miedo por lo que pueda pasar, estamos prΓ‘cticamente a su merced y no creo que podamos resistir mucho mΓ‘s el hostigamiento al que nos someten.
En el campamento tratamos de animarnos los unos a los otros; por su parte, dΓa tras dΓa, los oficiales nos recuerdan lo que implica ser un soldado espaΓ±ol con arengas patriΓ³ticas, pero lo que mΓ‘s nos reconforta, dentro de lo que se puede, es la camaraderΓa que hacemos todos en estos difΓciles momentos.
La verdad que no sΓ© por quΓ© te estoy contando esto, supongo que por egoΓsmo al desahogarme con este papel. No quiero robarte mΓ‘s lΓneas, ya que esta carta es para ti: la dulce niΓ±a de mis ojos, mi morena, mi malagueΓ±a, mi razΓ³n de vivir, mi anhelo, la estrella que me guΓa en las noches, la ΓΊnica persona por la cual suspiro dΓa tras dΓa y me reconforta pensar que pronto te verΓ©, que pronto te abrazarΓ©, que pronto te besarΓ© y que pronto me casarΓ© contigo.
Dios sabe lo mucho que te quiero. AΓΊn me acuerdo de la primera vez que te vi, con aquel vestido azul, tu pelo negro azabache recogido en un coco, esos ojos verde esmeralda que son capaces de cegar mΓ‘s que este sol africano y convertir a cualquier hombre en estatua de sal con sΓ³lo regalarle una mirada tuya.
Me acuerdo de la canasta de mimbre llena de pescado que llevabas pues venΓas del mercado y como yo, apoyado en la pared de la calle de mi casa, quedΓ© absorto ante tu belleza. Te echΓ© un piropo cuando pasaste por delante mΓa, no pensΓ© que me hicieras caso, ya que tal hermosura tiene que estar acostumbrada a que te los digan, pero giraste tu preciosa cara, me miraste y me sonreΓste.
Bendito piropo aquel.
Te pedΓ acompaΓ±arte a casa para hablarte por el camino y me lo permitiste. Desde entonces fuimos inseparables, me costΓ³ que tu padre me aceptara, pero ya sabes que la insistencia siempre ha sido mi virtud. AΓΊn me tiemblan las piernas cuando me acuerdo de aquel primer beso que te robΓ© en la puerta de la casa de tu tΓa, se nos parΓ³ el mundo alrededor en ese instante.
En fin, hay tantas cosas que podrΓa contar…
Seguro que mientras lees esto estΓ‘s esbozando una sonrisa. En estas lΓneas que llevo hablando de ti se me ha olvidado momentΓ‘neamente todo lo que estoy pasando aquΓ. Siempre serΓ‘s mi mejor medicina y el remedio de todos mis males.
Ya sabes que al comienzo de esta carta te dije que nunca pensΓ© escribirla. Es de despedida, mi amor. Si recibes esta carta serΓ‘ porque yo ya no estarΓ©. No quiero ser egoΓsta y por ello te pido que no me guardes luto, que no te apenes por mΓ, que rehagas tu vida lo mΓ‘s pronto posible y que no me eches en falta pues yo siempre estarΓ© contigo en cada momento de tu vida.
Que seas muy feliz y que hagas realidad todos tus sueΓ±os, ya que los mΓos se cumplieron cuando me dejaste amarte. Quiero que sepas que mis ΓΊltimos pensamientos son para ti y que siempre te querrΓ© y cuidarΓ© allΓ‘ donde estΓ©.
Monte Arruit a 8 de agosto de 1921.
De tu soldadito,
Pedro.
SegΓΊn narran las fuentes investigadoras, el 9 de agosto el General Navarro parlamentΓ³ la entrega de Monte Arruit con los jefes tribales marroquΓes. Las condiciones fueron que los espaΓ±oles entregaban las armas y saldrΓan del fortΓn sin hostigarles y, ademΓ‘s, se proporcionarΓa transporte a los heridos.
AsΓ pues, los soldados espaΓ±oles desarmados comenzaron a salir de Monte Arruit en columna, pero al poco tiempo los moros, de manera inesperada, atacaron a los espaΓ±oles desde distintos flancos produciΓ©ndose una enorme matanza. De un contingente de 3000 hombres, sΓ³lo 60 lograron sobrevivir.
Antonio, un nieto de Γ©sta mujer ha contado que su abuela, aunque se casΓ³ aΓ±os despuΓ©s de lo acontecido en Monte Arruit, siempre tuvo en su mesita de noche la foto de un joven soldado con un rosario sujeto en la esquina del marco. Durante muchos de aΓ±os, incluso ya casada y con hijos, dΓa tras dΓa acudΓa al puerto de MΓ‘laga con la esperanza de que llegara el barco que habrΓa de traerlo.
Mi abuelo siempre respetΓ³ a mi abuela y supo que jamΓ‘s ocuparΓa el puesto de aquel primer novio. No obstante, fueron un matrimonio feliz.
FalleciΓ³ en 1987, a la edad de 85 aΓ±os.
PidiΓ³ ser enterrada con la foto de su primer amor y el rosario entre las manos.
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