Esto es lo que firmas (y no lees)
cuando te das de alta en Facebook
y otras redes sociales
¿Qué datos personales cedes?
En el momento del registro aportas una información básica que incluye tu nombre, dirección de correo electrónico, fecha de nacimiento, sexo y en algunos casos también tu número de teléfono (por cuestiones de seguridad). Esto es lo mínimo, lo que cedes incluso si después decides no utilizar la cuenta.
A partir de ahí, con el uso diario se suman otros tres tipos de datos: los que tú decides compartir (foto de perfil, portada, actualizaciones de estado, fotografías, vídeos, comentarios, localización geográfica, gustos, aficiones, ideología, religión, estado civil...), los que otras personas comparten sobre ti (cuando te etiquetan en una foto, en una actualización de estado, en una localización o te añaden a un grupo) y los que la propia Facebook recopila a través de tus interacciones y, por ejemplo, de las famosas 'cookies' (tu dirección IP, el navegador que utilizas, los sitios dónde haces clic, los metadatos de tus fotos y vídeos, la hora a la que publicas, tus ‘apps’...).
¿Qué pueden hacer con estos datos?
Como acabamos de ver, el mero hecho de utilizar Facebook implica que, casi sin darte cuenta, puedes acabar cediendo a la empresa cualquier información sobre tu vida privada. Otra cosa completamente distinta es que les des permiso para utilizarla. Ahí es donde entra en juego la famosa configuración de la privacidad.
Básicamente, emplean tus datos con fines lógicos como prestar el propio servicio o mantener su seguridad, pero también lo hacen para “asociar tu nombre y la fotografía de tu perfil al contenido comercial, patrocinado o similar (como una marca que te gusta) […] de acuerdo con los límites que tú establezcas”.
Además, y de esto sí que no te escapas, consientes que analicen tus datos para mostrarte publicidad segmentada en función de tu sexo, edad, nivel de ingresos, lugar de residencia y otros criterios demográficos que los anunciantes pueden escoger para aumentar la efectividad de sus campañas o los desarrolladores para fomentar el uso de sus ‘apps’.
A partir de ahí, con el uso diario se suman otros tres tipos de datos: los que tú decides compartir (foto de perfil, portada, actualizaciones de estado, fotografías, vídeos, comentarios, localización geográfica, gustos, aficiones, ideología, religión, estado civil...), los que otras personas comparten sobre ti (cuando te etiquetan en una foto, en una actualización de estado, en una localización o te añaden a un grupo) y los que la propia Facebook recopila a través de tus interacciones y, por ejemplo, de las famosas 'cookies' (tu dirección IP, el navegador que utilizas, los sitios dónde haces clic, los metadatos de tus fotos y vídeos, la hora a la que publicas, tus ‘apps’...).
¿Qué pueden hacer con estos datos?
Como acabamos de ver, el mero hecho de utilizar Facebook implica que, casi sin darte cuenta, puedes acabar cediendo a la empresa cualquier información sobre tu vida privada. Otra cosa completamente distinta es que les des permiso para utilizarla. Ahí es donde entra en juego la famosa configuración de la privacidad.
Básicamente, emplean tus datos con fines lógicos como prestar el propio servicio o mantener su seguridad, pero también lo hacen para “asociar tu nombre y la fotografía de tu perfil al contenido comercial, patrocinado o similar (como una marca que te gusta) […] de acuerdo con los límites que tú establezcas”.
Además, y de esto sí que no te escapas, consientes que analicen tus datos para mostrarte publicidad segmentada en función de tu sexo, edad, nivel de ingresos, lugar de residencia y otros criterios demográficos que los anunciantes pueden escoger para aumentar la efectividad de sus campañas o los desarrolladores para fomentar el uso de sus ‘apps’.
PA QUE TEN TERES...
LA INFORMACIÓN ES PODER Y TU LA REGALAS.
MPALACIOSH

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