20250501

 

En 1954, Annie Wilkins lo había perdido todo: su granja, su familia… y según los médicos, también el tiempo. A los 63 años, le dieron solo dos años de vida. Pero ella no aceptó ese destino. Tenía un último sueño: ver el océano Pacífico antes de morir.
Rechazó mudarse a la casa de beneficencia del condado. En su lugar, compró un caballo desechado llamado Tarzán, se puso un overol de hombre, cargó a su perro mestizo Depeche Toi, y partió hacia el oeste... sin mapa, sin dinero, sin garantías.
Sólo llevaba consigo un profundo ánimo: la esperanza de que los estadounidenses aún eran capaces de bondad.
Durante casi dos años, Annie recorrió más de seis mil kilómetros a caballo, cruzando montañas, ríos, tormentas de nieve y autopistas modernas.
Atravesó un país que cambiaba rápidamente, en plena era del automóvil, cuando la televisión comenzaba a encerrar a las personas en sus casas y la desconfianza ganaba terreno.
Pero ella, a paso lento y con su modesto trío, recordó a toda una nación lo que era la hospitalidad.
En su viaje conoció tanto a gente común como a famosos: Andrew Wyeth, Groucho Marx, Art Linkletter… Le ofrecieron trabajo, casa, incluso matrimonio. Pero Annie solo tenía un destino en mente: el Pacífico.
Y lo logró.
Con su tenacidad y dulzura, Annie se convirtió en símbolo de resistencia, libertad y humanidad.

No solo desafió la muerte, también cabalgó contra el olvido, recordándonos que ningún sueño es demasiado grande, ni ningún camino demasiado largo… cuando se recorre con ánimo.
Puede ser una imagen de una persona y caballo
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