20240402

 

- INTELECTO  -

Sin el cultivo del in­telecto (inte: interior, lecto: lectura) es imposible salir de los impulsos que las apariencias provocan en la conciencia.

Cuando el intelecto se degrada y camina sobre unas bases falsas, éste se transfigura en astucia, siendo entonces la conciencia empujada con deseos y rechazos, en una inercia de engaños subya­centes.

El abandono del intelecto somete a la persona a sus impulsos emocionales, ciñéndole al reducto superficial de sus deseos y rechazos.

Esta errónea relación con la apariencia empuja al ciudadano hacia los precipicios de lo absurdo.

Quienes eligen la ruta de las apa­riencias, caen presas del orgullo que provoca su ignorancia.
De esta forma, la conciencia cae en un estrecho redil que le impide ser rescatada.

Pocos pueden percatarse de cómo, este or­gullo, al desatender la frustra­ción y el miedo, impide el rescate del ser.

En esta encrucijada, sólo una actitud valiente y noble del individuo, permitirá el rescate de su conciencia.

Las más sabias tradicio­nes, afirman que nacer en un cuerpo humano es un raro pri­vilegio.

Pero, ¿qué tiene el cuerpo humano para que sea ala­bado de esta forma?

Se afirma que, gracias a su intelecto o capacidad para leer la esencia de los fenómenos, tiene el poder de liberarse del hechizo de las apariencias.

Siendo considerado como un sinónimo de Logos, para los antiguos, el intelecto fue dignificado e imbricado con lo sagrado.


Las tradiciones, de todas las latitudes, hablan de la importancia de la sabiduría (praña, gnana, sofía, logos o gnosis) para poder libe­rarse del engaño de las apariencias.
Sabían que la fijación en las apariencias enceguece la conciencia, tras provocar agarre y miedo.

Nuestros sabios supieron que, sin el cultivo del in­telecto, es imposible salir de las trampas que las apariencias provocan en la conciencia.




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