Existen pocos
gestos más deslumbrantes que aquellos que nacen de la gratitud humana.
Uno de los más conmovedores ejemplos de estos actos de agradecimiento
(sin olvidar, por supuesto, aquellos que pasan inadvertidos y que
suceden todos los días) es la carta que el escritor francés Albert Camus (1913-1960)
escribió para su maestro de la primaria, pocos días después de haber
recibido el Premio Nobel de Literatura en 1957; este galardón se le
otorgó por “una obra que pone de relieve los problemas que se plantean
en la conciencia de los hombres en la actualidad”. Y es que si alguna
vez existió un escritor moderno que supo describir la interioridad
humana y la importancia de vivir una vida llena de significado,
conociendo siempre la verdadera naturaleza del amor y la felicidad, fue
este artista.

El padre de Camus murió en el campo de
batalla durante la Primera Guerra Mundial, antes de que el pequeño
cumpliera un año de edad. Él y su hermano mayor crecieron en la miseria,
en la Argelia francesa, al lado de su madre (una mujer iletrada y casi
sorda) y su abuela, con pocas probabilidades de tener un futuro más
amable. Pero Camus tuvo la suerte de encontrarse con Louis Germaine, su
profesor de primaria, uno de los primeros en notar el su enorme genio y
ayudarlo a encausarlo —un encuentro que es capaz de recordarnos la
increíble capacidad que tiene la educación para ennoblecer una vida y
una mente. Germaine no solamente le dio clases extraescolares a su joven
pupilo, además le insistió a la madre para que ésta solicitara una beca
y Camus pudiera continuar con sus estudios.
Tres décadas después, el también filósofo
se convirtió en el segundo hombre más joven en obtener un Premio Nobel.
El 19 de noviembre de 1957, apenas unos días después de haber recibido
esta importante condecoración, Camus escribió a su maestro una carta en
la que reconocía la definitiva importancia de su presencia y apoyo
durante sus años de formación.
La carta de Camus a Louis Germaine, del
que se sabe poco, se difundió 35 años después de la muerte del escritor
con la publicación de su obra póstuma e inconclusa El primer hombre
(1995), novela autobiográfica en la que el autor destacó el papel de su
profesor en su vida. Se sabe, por ejemplo, que Germaine lo acompañó en
tranvía al examen de ingreso al instituto y que lo esperó, sentado
afuera en una banca, mientras éste lo tomaba; luego se desvivió para que
le dieran la beca a su joven alumno.
Germaine contestó a la carta de Camus en
1959 en una misiva que también se publicó póstumamente. “Creo conocer
bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene
en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase
resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo […] Tu
celebridad no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo el mismo
Camus”, escribió el profesor en lo que podría ser uno de los
intercambios epistolares más conmovedores que existen.
A continuación la carta a Louis Germaine,
un texto que en su resplandeciente simpleza hace un homenaje hecho de
palabras a uno de los hombres más importantes en la vida de Albert
Camus, además de recordarnos la inadvertida magia de uno de los sucesos
más afortunados que puede vivir una persona, el conocer a alguien que
cambia su vida para siempre.
Querido señor Germain:
Esperé a
que se aquietara un poco la conmoción que me ha rodeado durante estos
días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado
grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia mi
primer pensamiento, después de mi madre, fue usted. Sin usted, sin la
mano afectuosa que tendió al pequeño y pobre niño que era yo, sin su
enseñanza y ejemplo, nada de esto hubiese sucedido. No es que dé
demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece, por lo
menos, la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo
para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón
generoso que usted tuvo continúan vivos en uno de sus pequeños alumnos
que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su agradecido pupilo.
Le abrazo con todo mi corazón.
- Albert Camus -
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