EL SUTIL
ARTE DE QUE NADA TE IMPORTE
UNA
REFLEXIÓN SOBRE LO IMPORTANTE
Durante mi vida me han importado muchas personas y muchas cosas.
También hay muchas cosas y personas que no me han importado. Y todas esas cosas
y gente que NO me han importado hacen la diferencia.
Comúnmente
la gente dice que la clave para tener confianza y triunfar en la vida es “que
no te importe.
Probablemente conoces a alguien que en algún momento, no le
importó nada y logró cosas increíbles. O probablemente tu mismo en algún
momento dijiste “A
la mierda, no me importa” y lograste algo muy satisfactorio.
Bueno, que nada te importe puede parecer simple en la superficie,
pero es todo un proceso. Gran parte de nuestras vidas lo pasamos pesimistas,
porque hay demasiadas cosas que nos importan y nos afectan emocionalmente,
sobre todo en situaciones que no deberían.
Nos importa que el cajero del supermercado no haya atendido mal.
Nos importa que el programa, de TV, que nos gustaba haya sido cancelado. Nos
importa que nadie en el trabajo nos pregunte acerca del gran fin de semana que
tuvimos. Nos importa que llueva cuando teníamos pensado salir en bici.
Y así
vamos por la vida, todo nos importa, y ¿Por qué? ¿Buscamos la aceptación del
resto?
Ahí está el problema, amigos.
Por
elegir que todo nos importe, y que todo funcione de acuerdo a nuestras
expectativas es que nos sentimos con el derecho a sentirnos cómodos y felices
todo el tiempo. Y ahí es cuando la realidad nos arruina todo, porque la vida no
es perfecta.
De
hecho, si pudiéramos controlar la cantidad de veces que algo nos importa, y que
nos importara solo cuando realmente es necesario, la vida sería mucho más
fácil. Equivocarse sería mucho menos aterrorizador. Si solo pudiéramos decidir
que las cosas nos importen menos (o que menos cosas nos importen, como
prefieran verlo), la vida sería mucho más simple.
Lo que no
nos hemos dado cuenta es que la habilidad que las cosas no te importen es un
arte y que lleva mucho tiempo aprender. Porque nacimos programados para que
todo nos importe. ¿Alguna
vez viste a algún niño llorando, como loco, porque no recibió lo que quería
para navidad? E niño tiene que aprender a que las cosas no
le importen.
Desarrollar
la habilidad de que las cosas no te afecten es la esencia de la fortaleza
personal y la integridad. Nosotros tenemos que trabajar en nuestra capacidad de
que las cosas no nos importen a través de los años, es un trabajo que nunca
acaba. Como el vino, nuestra capacidad de que las cosas nos importen debe ser
añejada y mejorada con los años, y solo destaparla en los momentos más
especiales.
Esto suena fácil, pero no lo es. La mayoría de nosotros nos
vemos involucrados en las más crueles trivialidades de la vida, guiadas por
dramas muy poco importantes. Vivimos y morimos siendo afectados por
distracciones y banalidades que nos quitan toda la energía.
Y esa no es forma de vivir. Así que deja de perder el tiempo, y enfócate en las
cosas que realmente te importan, y aquí, amigos y amigas míos, les mostraré
como hacerlo.
Cuando
la gente se imagina como es la vida sin que las cosas te importen, se imaginan
una perfecta y serena indiferencia frente a todo.
No es
así. No hay nada admirable acerca de la indiferencia. La gente que es
indiferente es la que tiene más miedo e inseguridad. Son los típicos trolls de
internet o los que hablan a tus espaldas. De hecho, la gente indiferente es
generalmente indiferente porque todo les afecta demasiado. Están asustados del
mundo y de las repercusiones de sus actos, y por eso mismo, no actúan, están
ahí congelados, sepultados en su propia autocompasión, perpetuamente distraídos
por esta cosa desafortunada y dolorosa llamada vida.
Cuando decimos, “Mira,
a ese nada le importa”, eso no significa que a ese nada le importa;
al contrario, lo que significa es que a ese no le importa la adversidad que
representan sus metas, a él no le importa que la gente se enoje o hable de él
cuando él cree que está haciendo algo bueno o importante.
Eso es
lo admirable de ganarle a la adversidad, de no tener miedo a equivocarse o hacer
el ridículo un par de veces. La gente que sabe lo que es correcto para ellos y
para sus propios sentimientos. No le dicen “A la mierda” a todo en la vida,
sino a todo lo que NO ES IMPORTANTE en la vida. Ellos dejan que solo las cosas
importantes les afecten. Familia. Amigos. Las cosas que para ellos son
importantes en la vida.
Eric Hoffer una vez escribió: ”Un hombre tiende a preocuparse más
de sus propias cosas cuando tiene cosas importantes de las preocuparse. Cuando
no tiene nada importante en su vida, se preocupa de las cosas irrelevantes de
la vida metiéndose en la vida del resto”
El
problema con la gente que anda metiéndose en la vida de lo demás, es que no
tienen nada más importante de que preocuparse.
Piensa
en esto un momento: Estás en el supermercado, y tienes a una señora mayor gritándole
al cajero porque no le acepta un cupón de descuento de 30 céntimos. Tu piensas:
¿Por qué hace tanto drama, esta señora, son solo 30 céntimos?
Bueno, te voy a decir porque está haciendo un escándalo: Esta señor,
probablemente, no tiene nada mejor que hacer que sentarse a juntar cupones de
descuento toda la mañana. Es vieja y está sola. Sus hijos son una mierda y no
la van a ver. Hace 30 años que no tiene sexo. Su pensión no le alcanza para
nada y probablemente se muera sola.
Entonces
ella junta cupones. Es ella y sus cupones. Todo el dia, cada dia. Es lo único
que le importa en la vida. Y cuando ese cajero de 18 años le dice que no puede
aceptar sus cupones, ella se enfada.
Y si te
encuentras a ti mismo constantemente preocupado de cosas poco relevantes (que
las baterías del móvil se acaban muy rápido, que te perdiste otra oferta 2×1 en
el supermercado, que tal amigo solo te busca cuando le interesa), es muy
posible que no haya nada muy importante en tu vida, y ese es el problema.
En la vida, tienen que haber cosas que nos importen. No es cosa
de llegar un día y decidir que nada te importa. Solo que las cosas que te importan
tiene que ser elegidas con sabiduría. Hay una limitada cantidad de cosas
importantes en la vida, y tienen que ser bien elegidas.
Cuando somos jóvenes, tenemos mucha energía. Todo es nuevo y excitante.
Y todo parecer ser importante (lo que la gente dice acerca de nosotros, si esa
chica/o que nos gusta se acordó de nuestro cumpleaños, si nuestra ropa combina)
pero, a medida que crecemos, nos damos
cuenta que la mayoría de esas cosas no tienen un impacto en nuestras vidas.
Todas esas cosas que la gente decía acerca de nosotros se desvanecen y esas
veces que fuimos rechazados por alguien que nos gustaba dejan de importar. Nos
damos cuenta que la gente se fija en las cosas más superficiales acerca de
nuestra persona y así nos empezamos a preocupar de hacer cosas para nosotros
mismo en vez de hacerlas para satisfacer las expectativas del resto.
Esencialmente, nos volvemos más selectivos acerca de las cosas
que realmente nos importan. Es lo que algunos llaman “madurez”. Es agradable,
deberías intentarlo. La madurez es lo que pasa cuando empiezas a darle
importancia a las cosas que son realmente importantes.
Entonces, crecemos y otra cosa interesante pasa. Nuestros
niveles de energía decaen. Nuestra identidad se vuelve sólida. Sabemos quién
somos, y lo aceptamos. Ya no tenemos ganas de cambiar las cosas que no se
pueden cambiar.
Y, de cierta forma, esto es muy liberador. Ya no necesitamos que todo nos
importe. La vida es lo que es. Aceptamos la vida tal como es. Nos damos cuenta
que nunca vamos a descubrir la cura para el cáncer, ir a la luna o tocarle las
tetas a Jennifer Aniston. Y eso está bien.
La vida
sigue. Y ahora nos reservamos nuestra capacidad de que nos importe solo para
las cosas más importantes de nuestra vida: nuestra familia, nuestros mejores
amigos, las cosas que nos gusta hacer. Y aunque parezcan increíbles, esto es
suficiente. Esta simplificación de todo es lo que nos hace finalmente felices.
Y después de esto, un día, nos levantamos y somos viejos. Y
junto a nuestros dientes y nuestro deseo sexual, nuestra habilidad de que las
cosas nos importen empiezan a desaparecer.
Y, al final de nuestra vida, nos pasamos los días sin tener
energía para que las cosas importantes nos importen y empezamos a gastar las
pocas energías que tenemos en darle importancia a las cosas mundanas, pero que
se han vuelto difíciles de la vida, como: Almorzar, ir al médico, conducir sin
dormirse, ir al baño sin cagarse encima y… cupones de descuentos.
Y, así,
un día, en nuestro lecho de muerte, rodeado de la gente que nos importó durante
nuestra vida, y, a los que nosotros les importamos, dejamos que finalmente nada
nos importe. Y entre las lágrimas de nuestros seres queridos, y el, cada vez,
más pausado sonido del monitor de actividad cardíaca, nos desvanecemos para
irnos a otro lugar… donde YA nada importa.
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Por cierto, tampoco me importa si me lees y no comentas ná de ná, a
pesar de que lo haya escrito por y para ti.
Tampoco necesito tu reconocimiento, me contento con tu anónimo tiempo dedicado a esta lectura.
Hace tiempo que alcancé mi madurez y...
¡ QUÉ IMPORTA !