20221019

 

LOS REYES CATÓLICOS:
LA BODA QUE LO CAMBIÓ TODO

Siendo Rey de Castilla, Enrique IV proclamó heredera a su hermanastra Isabel en perjuicio de los legítimos derechos de su hija Juana, a condición de que se casara con quien él dijera. Pero Isabel, a quien apoyaban los nobles castellanos, no iba a cumplir esa condición.

Tal día como hoy, un 19 de octubre, del año 1469, el destino de las coronas de Aragón y Castilla quedó unido mediante el matrimonio de sus príncipes herederos, Fernando e Isabel, que pasarían a la historia como los Reyes Católicos. Sin embargo, esta boda contaba con la oposición del Papa y del rey castellano y solo pudo realizarse gracias a la falsificación de documentos, por lo que durante dos años su validez fue muy discutida.
Ya desde los tres años, Isabel había estado comprometida con Fernando. Sin embargo, Enrique IV de Castilla rompió este acuerdo, seis años más tarde, para intentar comprometerla con Carlos, príncipe de Viana y hermano mayor de Fernando. El matrimonio no llegó a consolidarse, por la férrea oposición de Juan II de Aragón. También fueron infructuosos los intentos de Enrique IV por desposarla con el rey Alfonso V de Portugal, primo en segundo grado de Isabel y casi veinte años mayor que ella. En 1464, logró reunir a ambos en el monasterio de Guadalupe, pero ella le rechazó, alegando la diferencia de edad entre ambos.

Más tarde, cuando contaba dieciséis años, Isabel fue comprometida con Pedro Girón, de cuarenta y tres años, maestre de Calatrava y hermano del poderoso Juan Pacheco, duque de Villena; pero Girón murió por causas desconocidas mientras realizaba el trayecto para encontrarse con su prometida.
El 18 de septiembre de 1468, Isabel fue proclamada princesa de Asturias y heredera al trono castellano por medio de la Concordia de los Toros de Guisando, revocando Enrique IV de este modo el anterior nombramiento de su hija Juana. Tras la ceremonia, Enrique IV convino de nuevo el enlace entre Isabel y el rey de Portugal, Alfonso V, ya que en el Tratado de los Toros de Guisando se había acordado que el matrimonio de Isabel debía celebrarse con la aprobación del monarca castellano. La propuesta entrañaba también el proyecto de casar a su hija Juana con el príncipe heredero de Portugal, Juan, hijo de Alfonso V de Portugal. De esta manera, Isabel sería trasladada al reino vecino y, a la muerte de su esposo, los tronos de Portugal y de Castilla pasarían a Juan II de Portugal y a la hija del rey Enrique, Juana. Isabel se negó.
Tras este intento fallido, el rey trató de desposar a Isabel con el duque de Guyena, hermano de Luis XI de Francia; de nuevo Isabel se negó.
Mientras tanto, Juan II de Aragón trató de negociar en secreto la boda de Isabel con su hijo Fernando. Isabel y sus consejeros consideraron que era el mejor candidato para esposo, pero había un impedimento legal, ya que eran primos segundos (el abuelo de Fernando, Fernando de Antequera y el abuelo de Isabel, Enrique III, eran hermanos). Necesitaban, por tanto, una bula papal que les exonerara de la consanguinidad. El papa, sin embargo, no llegó a firmar este documento, temeroso de las posibles consecuencias negativas que ese acto podría traerle al atraerse la enemistad de los reinos de Portugal y Francia, todos ellos involucrados en negociaciones para desposar a la princesa Isabel con otro pretendiente.
Personas del entorno de Isabel falsificaron una supuesta bula emitida en junio de 1464 por el anterior papa, Pío II, a favor de Fernando, en la que se le permitía contraer matrimonio con cualquier princesa con la que le uniera un lazo de consanguinidad de hasta tercer grado. Isabel aceptó y se firmaron las capitulaciones matrimoniales de Cervera, el 5 de marzo de 1469. Para los esponsales y ante el temor de que el rey Enrique IV abortara sus planes, en mayo de 1469 y con la excusa de visitar la tumba de su hermano Alfonso, que reposaba en Ávila, Isabel escapó de Ocaña, donde era custodiada estrechamente por don Juan Pacheco. Por su parte, Fernando atravesó Castilla en secreto, disfrazado de mozo de mula de unos comerciantes.​ Finalmente, el 19 de octubre de 1469 contrajeron matrimonio en el Palacio de los Vivero de Valladolid.

La noche de bodas fue, como era común en la época, una ceremonia pública. Jueces y caballeros fueron testigos de la consumación del matrimonio: se les presentó, como prueba, una sábana manchada con la sangre de la novia. Después, los festejos se prolongaron en la ciudad durante una semana.
El matrimonio costó a Isabel el enfrentamiento con su hermanastro el rey. En 1471 el papa Sixto IV envió al cardenal Rodrigo Borgia (futuro papa Alejandro VI) a España como legado papal para arreglar diversos asuntos políticos en la península, entre ellos este enlace. Con él trajo la Bula de Simancas, que dispensaba de consanguinidad a los príncipes Isabel y Fernando. Rodrigo Borgia negoció con ellos: les daría la bula a cambio de que ellos le concedieran la ciudad de Gandía a su hijo Pedro Luis. Isabel y Fernando cumplirían su parte del trato en 1485.
Esta boda tuvo unas consecuencias trascendentales para la Historia de España ya que permitiría la unión de las Coronas de Castilla y Aragón.





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