El truco
El truco del NOM es sencillo, los biólogos, los científicos y los médicos deben llegar a su vida laboral bajo dos premisas: estudios universitarios muy difíciles y estar mal pagados.
De este modo crean en ellos un sentimiento de injusticia que posteriormente facilitará su corrupción; son muy vulnerables a ser comprados, a ser corrompidos durante sus carreras profesionales porque creen estar injustamente tratados por una sociedad que no aprecia su esfuerzo de años.
Aquellos que destaquen durante este proceso por su talento y su falta de rebeldía, serán, poco a poco, favorecidos por las instituciones científicas y médicas financiadas por las grandes fortunas para que en un futuro les sirvan.
Los que, por el camino, den señales de amar en exceso la verdad, la ciencia y la justicia... irán siendo descartados por mucha valía que demuestren. En cambio, los que, con un mínimo de conocimientos, demuestren estar dispuestos a acatar ciertas líneas rojas, llegarán a lo más alto.
La mayoría de los científicos con sueldos de miseria, ansían ganar prestigio a través de publicaciones, puestos, becas de investigación y buenos cargos en universidades e instituciones.
En su mayoría, fueron en el colegio los frikis empollones impopulares. Se perdieron todas las fiestas por estudiar o porque, simplemente, no los invitaban. Albergan en su interior cierto grado de resentimiento social, buscan ser aceptados.
Este caldo de cultivo psicológico es óptimo para lo que harán después en su vida profesional. Muchos quizá no se den ni cuenta, miraron hacia otro lado muchas veces, ya lo hacen de forma instintiva.
Una vez llegados a cierto estatus, ya están atrapados, es muy difícil bajarse de ahí, tienen gastos que cubrir.
La mafia biosanitaria los tiene en sus manos, podrían perderlo todo por hablar mal de las vakunas o por contar ciertas intimidades profesionales, por ejemnplo. Además, a sus compañeros honestos los están vapuleando los colegios de médicos, esas instituciones creadas para delatar a sus colegiados, vigilarlos y controlarlos, auténticos comisarios políticos, delatores bien regados.
No, el sistema biomédico no favorece a Hipócrates, más bien lo asesina cada día.
Y mientras tanto malversan su prestigio, ganado por los buenos biólogos y médicos que son muchos.
A todos nos engañaron en las universidades, nos pasteurizaron el cerebro, nos introdujeron virus imaginarios.
Un aullido.
Vale la alegría
"Cuando
mi esposo murió, como era tan famoso y conocido por no ser creyente,
mucha gente venía a mí (aún pasa, a veces) y me preguntaba si Carl
(Sagan) cambió de idea al final y se convirtió a una creencia en el más
allá. También me preguntan, con frecuencia, si creo que lo veré de nuevo.
Carl enfrentó su muerte con un coraje incansable y nunca buscó refugio en ilusiones. La tragedia era que sabíamos que no volveríamos a vernos. No espero reunirme nunca con Carl. Pero lo grandioso es que cuando estuvimos juntos, casi veinte años, vivimos con una intensa valoración de lo breve y preciosa que es la vidaNunca trivializamos el significado de la muerte fingiendo que no era una despedida definitiva. Cada momento particular en que estuvimos vivos y estuvimos juntos fue milagroso, pero no milagroso en el sentido de inexplicable o sobrenatural...
Que el puro azar pudiera ser tan generoso y tan amable...
Que pudiéramos encontrarnos el uno al otro, como escribió Carl tan bellamente en Cosmos, "en la vastedad del espacio y en la inmensidad del tiempo"...
Que pudiéramos estar juntos durante veinte años. Eso es algo que me sostiene y es mucho más significativo. La forma en que me trató y yo lo traté a él, la forma en que nos cuidamos el uno al otro y a nuestra familia, mientras vivió.
Eso es algo mucho más importante que la idea de que lo veré algún día. No creo que vuelva a ver nunca a Carl. Pero lo vi. Nos vimos el uno al otro.
Nos encontramos
el uno al otro en el cosmos, y eso fue maravilloso".
Ann Druyan
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