Un beso
En la fuente de los deseos
se diluyen los sueños no cumplidos.
Nadie puede sospechar cuanto dolor trae consigo
la muerte de un sueño mil veces imaginado,
ni la tormenta de pena y amargura
que arrastra bajo sus pies el fracaso,
la frustración por no coronar el sueño
que acariciaste tantas veces entre tus manos.
En el infinito de la madrugada,
junto a la cabecera de tu cama,
la tenue luz de la lámpara de los sueños rotos
apenas ilumina las siluetas de los pensamientos
que se desvanecen en el cielo de tu dormitorio.
Nadie sabe de las horas de insomnio
que te esclavizan a los recuerdos de un feliz ayer,
donde brillabas como una estrella,
en un halo de resplandeciente luz,
hoy agotada,
como la tímida llama de una vela
que la decepción apaga.
Los sueños nacen dentro de ti
y mueren en el ocaso de un amor
que no entiende de mañanas,
que no sabe de futuros,
ni de ilusiones por compartir.