¿ NOS HARÁN VOLVER
A LAS NANAS DE LA CEBOLLA...?
Este poema, con gran carga emocional, nos acerca a la situación en la que veían sumidas miles de familias durante y después de la Guerra Civil española. Al acabar el conflicto, no acabaron las persecuciones hacia los perdedores y sus familias, sino que continuaron, fueron duramente amonestados, y en muchas ocasiones pagaron con su vida.
El hambre, la miseria, la muerte y la censura, eran partes de la vida cotidiana de la España franquista, especialmente en los primeros años, en los que se castigó y asesinó a sus máximos opositores políticos, o, como Miguel Hernández, “difamadores” de propaganda en contra del régimen franquista, en la que se instaba al pueblo a la sublevación, a la lucha, a la no rendición a favor de los fascistas.
Miguel Hernández y su familia, sufrieron las consecuencias de esta guerra, como muchísimas otras familias anónimas, que experimentaron el hambre, la pérdida y/o separación de sus seres queridos, y posteriormente, el obligado olvido de estos hechos.
Los protagonistas serán sin duda, el hijo fallecido del autor, la nueva llegada a la familia Hernández, y claro está, su esposa, así como la frustración por la derrota de los republicanos ante los fascistas. Todo esto, claro está, bajo los efectos de las penurias, desolación, el hambre, los tratos vejatorios, la soledad y la desesperanza que producen a un ser humano, el estar enjaulado y condenado a muerte. En 1942, Miguel Hernández cae gravemente enfermo, y muere en el reformatorio de adultos de Alicante. Nanas de la cebolla, y algún poema más, es lo último que el poeta alcanzó a escribir en los concluyentes (y dolorosos) años de su vida.
MPALACIOSH
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
https://www.youtube.com/watch?v=hOJaloDh-eA
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