20180125

-  M I E D O   -



El miedo global
Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
* Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
* Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
* Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
* La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje miedo de decir.
* Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la denuncia falsa de la mujer .
Miedo a los ladrones, miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisiónmiedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir…


El hambre desayuna miedo.

El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza.
Si usted ama, tendrá sida.
Si fuma, tendrá cancer.
Si respira, tendrá contaminación.
Si bebe, tendrá accidentes.
Si come, tendrá colesterol.
Si habla, tendrá desempleo.
Si camina, tendrá violencia.
Si piensa, tendrá angustia.
Si duda, tendrá locura.
Si siente, tendrá soledad.

Los medios de comunicación, de las élites, se encargan, día tras día, de recordarnos ese miedo.  Con noticias de miedo.
Trasladado a la sociedad, el miedo nos manifiesta la intensidad de violencia que el Estado requiere para su control, así como sus estrategias de expansión institucional y sus dotaciones represivas a corto y medio plazo. Es decir, el miedo como elemento necesario para legitimar el desarrollo de la violencia legalmente organizada.
Así, gran cantidad de miedos acechan los ciudadanos: terrorismo internacional, terrorismo doméstico, epidemias, pandemias, atracos, robos, etc. 
Miedos que sirven para desarrollar cada esfera de poder; cada cuerpo armado; cada estructura represiva.
                                                                       Vivimos sobre el miedo. 

Miedo al fracaso, miedo a la soledad, miedo a la muerte. Miedo a la pobreza, miedo a la marginación. Miedo a enfermedades, a la inseguridad. Miedo a la exclusión. Miedo a los delincuentes, miedo a la prisión. Miedo a los extraños. Miedo a la violencia. Y miedo tras miedo marcan el sino de nuestras acciones, de nuestras decisiones, de nuestras opiniones y de nuestra visión de la sociedad. Una auténtica oleada de miedos y temores se expanden por la sociedad.
La paralización es la materialización de la instalación del miedo,
El Estado requiere del ejercicio constante del miedo y de la violencia para garantizar el control de la sociedad. Es por ello que el Estado perpetúa un contexto de miedo latente que le permite justificar y desarrollar sus estructuras de violencia. 
Pero la política represiva no siempre está bien vista. Y para que socialmente sea aceptada, para que la población tolere la presencia constante y generalizada de policía y de todo tipo de tecnología de vigilancia y de control, es preciso crear el clima necesario de opinión pública
Es por ello que hay que insistir en el miedo. Y hoy las amenazas construidas pueden ser incluso de ámbito global, como es el caso del terrorismo internacional, pues éste, por sus propias características, por la ignorancia y el temor que genera, es de tremenda utilidad a todo Estado. De hecho, el Estado llama terrorismo a todo aquel juego de miedos y violencia que escapa a su monopolio. Pero, a la vez, es casi una necesidad de orden, una legitimación de la violencia propia y de su desarrollo. 
De esta manera, si la amenaza no existe, se inventa o se construye.
Ya lo decía Maquiavelo: "Cuando el poder no tiene enemigos... los inventa"

Es el tiempo del miedo.

El miedo es la materia prima del control social. 

Una demanda firme sostiene el negocio. 
La demanda crece tanto o más que los delitos que la generan.
Mientras todos, quien más, quien menos, nos vamos volviendo vigilantes del prójimo y esclavos del miedo.


Y, lenta pero inexorablemente, 

nos vamos volviendo más y más prisioneros de ese miedo.

MPALACIOSH


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