DESDE MI ATALAYA
Esta tarde del mes de Julio, me
encuentro aquí, en mi veraniega atalaya.
Desde donde donde puedo
observar el mundo bajo mí. Sobre mí, sólo, el cielo y ese águila
que no deja de planear, aprovechando esta brisa que se desliza
suavemente, que, a ella, al águila, le proporciona sustentación y,
a mí, me proporciona frescor.
Aquí me hallo, lejos de mi ciudad
natal, huyendo de su sofocante calor, calor del que no puedo estar
mucho tiempo alejado.
Ahora, mirando, veo, a lo lejos, al
fondo, el mar Mediterráneo, a cuya orilla se asienta plácidamente
el pueblo de Nerja, que más que un pueblecito de Málaga, parce una
ciudad de Alemanía, a juzgar por sus habitantes. A mi izquierda,
montañas y, en su falda, descansa sereno, el pueblo de Frigiliana,
desde donde se inicia el Parque Natural de la Axarquía.
A mi
derecha, más montañas y el pueblo de Torrox, que dicen que tiene el
mejor clima de Europa y, de hecho, he comprobado que es cierto. Y
bajo mis pies ese valle diseminado de casitas blancas, cual
pinceladas de un cuadro de Van Gogh.
Ahora que mi mente puede vagar
libremente, es cuando más libre me siento.
Me siento un ser afortunado y debo dar
gracías a los dioses por tratarme con respeto, por dejarme conseguir
y alcanzar lo que he deseado y por lo que he luchado.
No necesito mucho, la verdad, siempre he valorado lo que he tenido y me he conformado con saber vivir, por encima de todo... vivir.
Ahora, aquí en mi atalaya, desde el
fondo de mi mente, siendo necesidad de escribir, sobre el placer de
ser feliz y transmitir mi felicidad.
MPALACIOSH







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