En la Edad Media, muchas mujeres, de la nobleza, tenían esclavos de lengua, que los servirían cada vez que sus maridos no estuvieran.
La idea de sólo sentarse en la cara de un hombre les permitiría experimentar algo de placer pero permanecer fieles a sus maridos.
Las mujeres se sentaban en la silla y tapaban su vestido encima
Había un agujero donde se sentaban donde estaría la cara del hombre.
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