20190111
- Yendo en bicicleta por ciudad -
Hago trayectos regulares que combinan carril bici con la calle donde circulan automóviles, y esta es mi experiencia.1.- En un trayecto de 10 km. se tarda lo mismo en bicicleta que en coche, a veces, hasta menos (buscar coche, conducir, aparcar y llegar a mi destino) y me echo al cuerpo hora y pico de deporte. No necesito ir luego al gim. Y como dicen los alemanes: "no hay mal tiempo. Solo llevas la ropa inadecuada.". La velocidad del vehículo a motor se reduce por atascos y semáforos. Estos últimos afectan al ciclista, pero se ahorra el retraso por la velocidad del resto de vehículos. Solo en momentos de salida de colegios o llegada al trabajo el ciclista pierde, pues la abundancia de peatones invadiendo carriles bici obliga a frenar constantemente.
2.- La bicicleta es invisible en los giros. Con una luz delantera blanca y una roja trasera los coches te ven siempre que circules en su mismo sentido. Nunca en los giros a izquierda o derecha, pues habituados a buscar peatones no saben localizar una bicicleta que llega al semáforo o paso de cebra por el carril bici al doble de velocidad. Lo prudente es frenar y esperar a que te vean.
3.- Los peatones no te ven. Puede parecer un contrasentido, pero las personas no están habituadas a los carriles bici. Me ha ocurrido ver de lejos alguien justo en la mitad del mismo, lo que me impedía rebasarlo, y pensar que se apartaría. Pero cuando van mirando el móvil simplemente no ven nada más. Es increíble la cantidad de tiempo que una persona puede caminar en línea recta mirando su teléfono sin levantar la vista. Esto lo solucioné con una potente luz delantera para los caminantes en general, aunque con los del teléfono solo vale el timbre… si no llevan auriculares.
4.- En el carril bici solo eres un invitado a la acera. Hay peatones muy amables que se disculpan por haber invadido un carril reservado para ti, pero no es la norma. Me he cruzado con muchas personas, desde mediana edad a muy ancianas, que me abroncan por ir en bicicleta, en clara alusión a tener que compartir el espacio con un vehículo que circula más aprisa. Otros, simplemente, consideran muy cómodo ese carril verde sobre el que se anda tan bien y te miran preguntándose qué haces tú allí. La bicicleta pintada sobre el mismo no les afecta.
5.- El timbre no siempre es una buena opción. Soy el primer al que molesta frenar por un caminante que ha invadido el carril bici, pero apartarlo a timbrazos supone asustar, en muchas ocasiones, a una persona que, simplemente, no puede verte. Personalmente lo uso poco, salvo cuando algún maleducado no hace intención de apartarse simplemente porque odia a los ciclistas. O eso parece.
6.- Hay ciclistas que son unos gilipollas. He visto a muchos apartando a timbrazos a los peatones, insultándoles, y creyendo que tienen todo el derecho del mundo a estar allí. Esto no es Holanda, y tardaremos en adaptarnos a la nueva realidad de la bicicleta. Hay que buscar una convivencia sin insultos, ni agresión. Debemos frenar, y si alguien ha invadido el carril, pues qué va a hacérsele.
7.- Circular con los coches es complicado. No todos los conductores son respetuosos, aunque la mayoría sí. Hay que facilitar que te adelanten si es posible, aunque el código de circulación diga lo contrario. Por otra parte, tienes que comportarte como una moto, culebreando entre ellos, aunque teóricamente esté prohibido. Tú ganas tiempo, y a ellos les estorbas menos. Como conductor considero que es complicado circular a 15, 20 o 30 km./hora, en el mejor de los casos, detrás de una bicicleta.
8.- La lluvia es un incordio, pero no por mojarse. El suelo resbala por esa capa de grasa y polución que cubre la ciudad. Pese a los guardabarros que llevo, el agua sucia salpica. Si chispea o llueve poco no te empapas, pero a cambio te ensucias de arriba a abajo.
9.- El beneficio físico es increíble. Parece obvio, pero el ejercicio regular -yo acumulo unos cien kilómetros a la semana de pedaleo- y de baja intensidad me ha fortalecido el corazón y las piernas.
10.- El ahorro es relativo. Tienes que comprar ropa apropiada para la bici, de invierno, de entretiempo y de verano, para la lluvia. No eres un buen ciclista, si no tienes un espacio en tu ropero para su ciclorropa. También hay que renovar las cubiertas a menudo, y las pastillas de freno, aparte de luces traseras y delantras para ver y, sobre todo, para ser visto. En suma, ir en bici no es exactamente gratis, aunque lo parezca, aunque obviamente mucho más barato que el coche y más que el transporte público y, sobre todo, es muy bueno para tu salud y tu forma física.
¿A qué estás esperando para empezar a usar la bici... a diario?
Tu cuerpo te lo agradecerá mañana.
20190107
Pedalear puede ser tu mejor terapia:
así beneficia a tu mente utilizar la bicicleta de manera habitual.
Es algo instantáneo, casi mágico. No importa el mal día que hayas tenido en el trabajo, que acabes de discutir con tu pareja o que, en tu cabeza, se agolpen una amalgama de preocupaciones que parecen inabarcables. Basta subirse a una bicicleta, empezar a pedalear y sentir cómo todo adquiere otro color. El estrés laboral desaparece. El ceño se relaja. Y lo que parecían problemas irresolubles empiezan a relativizarse, a evaporarse, a medida que avanzamos. Cualquier ciclista lo sabe: la tristeza es incompatible con montar en bicicleta.
La tristeza es incompatible con montar en bicicleta, y hay una explicación científica
Lo que podrían parecer sensaciones subjetivas tiene, en realidad, una clara y nítida respuesta desde el ámbito científico. Que el ejercicio físico es un potente aliado a la hora de mejorar nuestro estado de ánimo lo demuestran infinidad de estudios: al montar en bicicleta segregamos endorfinas, neurotransmisores fundamentales para nuestro bienestar emocional. Mejoramos la autoestima. Reducimos el sedentarismo y, en consecuencia, el riesgo de padecer enfermedades en el futuro. Favorecemos la memoria e incluso la capacidad de aprendizaje. Prevenimos el deterioro cognitivo. Nos encontramos, en resumen, mejor y más felices.
La bici te ayuda a estar bien, y no sólo físicamente: te aporta una incomparable sensación de depender únicamente de ti mismo. Y al mismo tiempo, te obliga a poner de tu parte”.
Hay otro elemento clave que puede explicar por qué la bicicleta ayuda a disipar nuestros problemas del día a día. “La respiración es fundamental”, cuenta. “Muchos de nuestros sentimientos negativos tienen una relación estrecha con el hecho de no respirar correctamente. La cadencia del pedaleo provoca en nuestro cuerpo algo parecido a la meditación”. Y de ahí, claro, se deriva el hecho de que sentimientos como la tristeza, la ira o la frustración parezcan casi incompatibles con montar en bicicleta.
Hay algo más, y muy importante: la ciencia también tiene mucho que decir sobre las virtudes terapéuticas de la movilidad activa en general, y de la bicicleta en particular: el hábito de desplazarse a diario en una de ellas tiene efectos antidepresivos y ansiolíticos en el cerebro, aumentando la producción y acceso a la serotonina, la llamada hormona de la felicidad
Pero hay más: desde un punto de vista molecular, nuestro cerebro cuenta con una proteína esencial a la hora de convertir el pedaleo en bienestar psíquico: es el llamado Factor neurotrófico derivado del cerebro, encargado de mantener la buena salud de las neuronas existentes, así como de crear otras nuevas en el hipocampo, centro de nuestra memoria.
ciclosfera.com/
Suscribirse a:
Entradas (Atom)