20170515

- LOS PELLIZCOS DE LA VIDA -

Existen fechas del calendario para recordar y fechas para olvidar…
Las fechas para recordar, nos las recuerdan todo el mundo;
pero las fechas para olvidar, las recordamos solos, nosotros y nuestra tristeza.

Afortunadamente”, nunca nos recuperamos de la pérdida de un ser querido.
Esa pérdida es como un pellizco constante, en el corazón, con el que nos levantamos cada mañana, con el que pasamos cada día y con el que nos acostamos todas y cada una de las noches de nuestra vida.

Con ese “dolor” vamos sobreviviendo.

Y lenta, pero inexorablemente, se van sumando otros pellizcos que, cada vez, nos hace más pesada la carga del recuerdo. 
Hasta que, sin apenas darnos cuenta y si lo hemos merecido, nosotros pasamos a ser un pellizco en el corazón de alguien, cuya fecha seguro que querrá olvidar.

En memoria de mi último gran pellizco sentido.

MPALACIOSH 

20170512

Muerte de un maestro republicano

Llamaron a la puerta de la casa y su madre, la noche ya encima, le rogó que no abriese la puerta. 
Se lo llevaron. De camino a la sierra, los falangistas pararon en una taberna a abrevar y a él, mientras, lo amarraron a una argolla. Monte arriba, cabalgaron sobre su lomo. Al llegar a la cima, “le cortaron los testículos, se los metieron en la boca, le cortaron la lengua y le quitaron los ojos… Y todo eso vivo, claro”. Luego lo molieron a palos y abrieron fuego. “Eran tiros de escopeta, porque la cabeza estaba desfigurada”. Muerte de un maestro. Primero de septiembre de 1937. 


“Escuché hablar de él, desde pequeño, así como de su horrible muerte. Cuando iba a casa de mis padrinos, que vivían en Pol, por las noches contaban historias. Una versaba sobre una buena persona que no le había hecho nada malo a nadie.
Mi padrino lamentaba aquel asesinato y se sorprendía por la carnicería. La narración fue tan contundente que siempre ha permanecido en mi memoria”, explica Gabriel, decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Coruña. La descripción del macabro ritual se la escuchó a Manuel Sarille, socialista represaliado y padre de Xosé Manuel, quien dedicó su vida a investigar el terror sembrado en Montecubeiro durante la Guerra Civil.

Aunque nada podría explicar el ensañamiento, la parroquia de Castroverde fue escenario de un luctuoso suceso que contextualiza el crimen. Un año después del golpe de 1936, dos guardias civiles a la caza de varios fugados fallecen en un tiroteo, lo que desata una feroz represión en este municipio del interior de Lugo. Una lista pone en el punto de mira a 65 inocentes, de los cuales quince son asesinados. Arximiro Rico da clases en una aldea de Baleira, un ayuntamiento vecino, si bien frecuenta la zona y tiene amistades con republicanos del lugar. Su cadáver fue abandonado en el límite entre ambos municipios. “Lo dejaron tirado en el monte para extender la sensación de terror”, explica Sarille, profesor de Historia jubilado.

Era un maestro ilustrado de origen humilde, aunque también un hombre que echaba una mano a sus vecinos: curaba a personas y animales, daba consejos sobre cultivos y repoblaciones forestales, enseñaba las cuatro reglas a niños y formaba a escolantes… “Pasaba por rojo, pero era un republicano centrista seguidor de Manuel Portela Valladares, quien estaba a la derecha de la Izquierda Republicana de Azaña”, matiza Sarille. Tampoco era un ateo, sino un creyente que había desterrado el crucifijo del aula. No daba clases de religión, mas regalaba catecismos a sus pupilos para que los leyesen en sus casas.

Sin embargo, Arximiro encarnaba el progreso. “Hizo un labor sociocultural que trascendía los muros de la propia escuela: creó un coro, un grupo de teatro, una biblioteca circulante… Elementos importantes para un lugar como aquel, muy aislado de los núcleos grandes de población”, afirma Narciso de Gabriel, quien lo describe como “el maestro total”. De hecho, cuando le llegó la muerte, estudiaba Medicina, al tiempo que daba clases mañana, tarde y noche, pues preparaba a bachilleres y a maestros por libre. “Mataron, pues, la esperanza de un futuro mejor para la gente del común”.

¿Por qué lincharon a un hombre bueno? 
Quizás la respuesta ya haya sido dada. “Ellos pretendían, además de vengarse de un enemigo político, matar esa antorcha de luz y cultura”, asegura el decano coruñés. Cuando dice ellos, se refiere a los poderes fácticos: el cura y, por extensión, el obispado de Lugo; los caciques, agazapados hasta que prendió la mecha de Franco; y los falangistas, una panda de analfabetos de la zona, quienes hicieron valer la fuerza sobre la razón. “Era evidente que la difusión de la cultura contribuía a erosionar esos liderazgos tradicionales”, le explicó De Gabriel a María Antonia Iglesias, quien también habló con su alumno Antón Arias: “Yo creo que si matan a mi padre no lo siento tanto…”.

José María Maravall, en el prólogo de Maestros de la República, señala que detrás del asesinato subyace una campaña sistemática para laminar la política educativa y cultural de Azaña. “Las razones de las ejecuciones eran erradicar el espíritu de la República encarnado en los maestros y en la educación; provocar un miedo generalizado. Esas razones fueron reforzadas por las venganzas”. Porque en la ejecución de Arximiro también hubo motivos personales: además de que los verdugos eran vecinos, y no esbirros llegados de otros lares, él había tenido roces con el cura de San Martín, cuyo hermano era un abogado falangista de tomo y lomo que llegó a ser alcalde de Lugo.

“El cura observa cómo en la escuela aparece un foco de luz que irradia sobre las gentes, funde las tinieblas, despierta las conciencias y hace desaparecer la ignorancia”, escribe Sarille. Arximiro, de algún modo, se convirtió en uno de los nuevos líderes locales que habían desplazado a los estamentos tradicionales. Sin embargo, “ante ellos tenían un clero ultramontano, una jerarquía que creía poseer la verdad absoluta y trataba, en consecuencia y naturalmente, de imponerla”. Así, fue expulsado de la escuela y sustituido por una maestra adepta al franquismo. Recurrió y la autoridad competente terminó dándole la razón, una humillación para sus detractores y un motivo más para llevárselo por delante.

Así, cuando llegó el comunicado oficial que le permitiría reincorporarse a su puesto, ya había sido asesinado. “En el rural gallego, durante la Segunda República había comenzado un proceso de sustitución de notables. Frente a caciques y sacerdotes, brotaron nuevas figuras, como los maestros. Desde ese momento, el enfrentamiento está dado porque él le segó al antiguo régimen la hierba bajo los pies. Y de ahí el odio”, analiza Sarille. “Cuando los liderazgos tradicionales y brutales tuvieron oportunidad de tomarse la revancha, no ahorraron en medios ni en formas”, concluye De Gabriel.

Arximiro, pese a que era consciente de que la guadaña falangista campaba por Montecubeiro, se confió y volvió a casa. O, lo que es lo mismo, a su escuela, aunque no llegó a poner un pie en ella. La última vez que su hermano Gumersindo lo vio, el maestro le dijo: “Me sentenciaron a muerte por haber enseñado a leer a una aldea”.

QUE CADA CUAL SAQUE SUS CONCLUSIONES
 DE LO QUE ACABA DE LEER. 

YO YA HE SACADO LAS MÍAS.

publico.es/


20170505

- EL TIEMPO -


Hace tiempo que no escribo ná, quizá demasiado tiempo. Pero la inspiración se mueve por impulsos y, tal vez, también quizá, no haya habido motivación para que esta inspiración haya decidido salir a pasear y expresarse.

Hoy y ahora, me apetece.
Si tienes a bien acompañarme, encantado de que paseemos  juntos, es un placer.
Pues paseemos:

¿Quién es el que tiene la temeraria osadía de decir que el TIEMPO pasa?.
¿Quién puede soltar semejante insensatez?
¿Quién no se ha parado a pensarlo mejor?

Viendo este corto video podemos apreciar que todo se repite, el tiempo no pasa.Quizás, porque el TIEMPO sólo sea una ilusión. O, sencillamente, quizás porque el TIEMPO sólo exista en nuestra mente.
Porque estos mismos niños que hoy corretean y juegan por esas estrechas calles, hace veinte años también lo hacían y hace cuarenta y tantos años, también. Las ganas de disfrutar, de divertirse, de pasarlo bien, son las mismas siempre, eso no cambia. Sólo cambian las caras.
Las caras de hoy no las reconozco, lógicamente, pero, en su alegría y despreocupación, veo las caras de aquellos niños de hace cuarenta y tantos. Esas caras que, si conozco y recuerdo, las caras de mi niñez.
Las caras de nuestra niñez.

El TIEMPO es ese silencioso observador que nos mira y se ríe de ti y de mi. Bueno, de ti no sé pero de mí, seguro que sí cuando lo intento retar, reto que sabe, inexorablemente, que gana siempre, aunque, a veces, me va dando algo de vidilla pa que me confíe.

El TIEMPO nos va dando y, luego, nos va quitando, para, más tarde, volver a darnos y volver a quitarnos. Y así nos va entreteniendo, aunque, el muy sabio, siempre nos quita más de lo que, luego, nos devuelve, para que, con el pasar suyo, pesen más los huecos dejados que lo huecos repuestos.
Para que, al final, pesen más nuestras nostalgias, que nuestras ilusiones.
Hasta que, al final, nos lo quita todo. Al final, nos deja hasta, sin nosotros mismos.
Hasta que al final, pues eso...el final.

MPALACIOSH