POR FAVOR...
¿Podrías explicar cuáles son las verdaderas
diferencias entre los hombres y las mujeres?
La mayoría
de las diferencias entre los hombres y las mujeres
se deben a
miles de años de condicionamiento. No son fundamentales
por naturaleza, pero hay unas pocas diferencias que les dan
una belleza única,
individualidad. Esas diferencias se pueden contar
muy fácilmente.
Una de
ellas es que la mujer es capaz de producir vida; el hombre
no lo es. En ese aspecto, él es inferior, y esa inferioridad ha jugado
un gran papel en el dominio de las mujeres por el hombre. El
complejo de inferioridad
funciona de esta manera: pretende ser superior
para engañarse a sí mismo y para engañar al mundo entero.
Por eso, a lo largo de
los siglos el hombre ha estado destruyendo la
genialidad, el talento,
las capacidades de la mujer, para, de esta
forma, poder probar que
él es superior, ante sí mismo y ante el
mundo.
A causa de
que la mujer da a luz, durante nueve meses o más
permanece
absolutamente vulnerable, dependiente del hombre.
Los
hombres han explotado esto de una forma muy fea. Y esa es una diferencia
fisiológica; da exactamente igual.
La
psicología de la mujer ha sido corrompida por el hombre diciéndole
cosas que no son ciertas, convirtiéndola en una esclava
del hombre, reduciéndola
a la categoría de ciudadano secundario
del mundo. Y la razón de ello es que él es más poderoso muscularmente.
Pero el poder muscular es parte de la animalidad. Si
es eso lo que va a
decidir la superioridad, entonces cualquier animal
es más musculoso que un hombre.
Pero las
verdaderas diferencias existen ciertamente, y tenemos
que buscarlas
detrás del montón de diferencias inventadas. Una diferencia
que veo es que una mujer es más capaz de amor que un hombre.
El amor del hombre es más o menos una necesidad física; el
amor de la mujer, no. Es
algo más grande y más elevado, es una experiencia
espiritual. Por eso, la mujer es monógama y el hombre es polígamo. Al hombre
le gustaría tener a todas las mujeres del mundo,
y aun no estaría contento con ello. Su insatisfacción es infinita.
La mujer
puede sentirse satisfecha con un amor, absolutamente satisfecha, porque no
mira el cuerpo del hombre, mira sus cualidades más profundas. No se enamora
de un hombre que tiene un
hermoso cuerpo musculoso, se enamora de un hombre que tiene
carisma —algo indefinible, pero
inmensamente atractivo—, que es
un misterio a explorar.
No quiere que su hombre sea tan sólo un hombre, sino una aventura en el
descubrimiento de la conciencia.
El hombre
es muy débil en lo concerniente a la sexualidad; sólo
puede
tener un orgasmo. La mujer es infinitamente superior; puede
tener orgasmos múltiples. Y este ha sido uno de los asuntos más
molestos. El orgasmo del hombre
es local, confinado a los genitales. El
orgasmo de la mujer es total, no está confinado a los
genitales. Todo su cuerpo es sexual, y
puede tener una bella experiencia
orgásmica mil veces mayor, más profunda, más enriquecedora,
más nutritiva que la que puede tener un hombre.
Pero la
tragedia radica en que todo su cuerpo tiene que ser excitado, y el hombre
no está interesado en ello, nunca ha estado interesado en ello. Ha
utilizado a la mujer como una máquina sexual para aliviar sus propias
tensiones sexuales. En cuestión de segundos
ya ha terminado. Y para cuando ha terminado, la mujer ni siquiera
ha comenzado. En cuanto el hombre termina de hacer el
amor, se da la vuelta y se duerme. El
acto sexual le ayuda a dormir bien, más relajado, con todas las tensiones
liberadas en la actividad sexual.
Y toda mujer ha llorado y gemido cuando ha visto esto. Ella ni siquiera ha
comenzado, no se ha movido. Ha sido utilizada, y eso
es lo más feo que hay en la vida: cuando
se te utiliza como una cosa, como
un mecanismo, como un objeto. Ella no puede perdonar al hombre por
utilizarla.
Para
hacer que también la mujer sea una compañera orgásmica,
el hombre tiene que aprender juegos preliminares, tiene que
aprender a no tener prisa por ir a la
cama. Tiene que convertir hacer
el amor en un arte. Pueden tener un lugar —un templo de
amor— en donde se queme incienso, sin
luces fuertes, sólo velas. Y él debería acercarse a la mujer cuando esté en
un estado bello, alegre, para
poder compartirlo con ella. Lo que sucede normalmente
es que los hombres y las mujeres se
pelean antes de hacer el amor. Eso envenena el amor. El amor es una
especie de tratado de paz
que dice que la lucha ha terminado, al menos por una noche.
Es un soborno, es una trampa.
Un hombre
debería hacer el amor de la misma forma que pinta un pintor —cuando siente
que un vivo deseo llena su corazón— o
como un poeta compone poesía, o como un músico toca música.
El cuerpo de la mujer debería ser tratado
como un instrumento musical; lo
es. Cuando el hombre se siente alegre, entonces el sexo
no es simplemente una descarga de la
tensión, una relajación, un método para dormir. Entonces hay juego
preliminar. Él baila con la mujer, canta con la mujer, con la hermosa música
que vibra en el templo del amor, con el
incienso que les gusta. Debería ser algo sagrado, porque no hay nada sagrado
en la vida corriente a no ser
que hagáis sagrado el amor. Y eso será el comienzo de la apertura de
la puerta a todo el fenómeno de la supraconciencia.
El amor
nunca debería ser forzado, nunca debería intentarse.
No debería estar en la mente en
absoluto. Estáis jugando, bailando, cantando, disfrutando... es parte de
esta prolongada alegría. Si
sucede, es bello. Cuando el amor sucede, tiene belleza. Cuando se
hace que suceda,
es feo.
Y cuando
haces el amor con el hombre encima de la mujer... se
conoce
esto como la postura del misionero. Oriente se dio cuenta
de esa fealdad, ya que el
hombre es más pesado, más alto y más
musculoso; está
aplastando a un ser delicado. En Oriente siempre
se ha hecho de la manera
opuesta: la mujer encima. Aplastada bajo el peso del hombre, la mujer no
tiene movilidad. Sólo se mueve el
hombre, de manera que
llega al orgasmo en unos segundos, y la
mujer simplemente llora. Ha sido parte de ello, pero no ha
tomado parte en
ello. Ha sido utilizada.
Cuando la
mujer está encima, tiene más movilidad, el hombre tiene menos movilidad, y
eso hará que los orgasmos de ambos se
acerquen más. Y cuando
ambos entran en la experiencia orgásmica al mismo tiempo, es algo del otro
mundo. Es la primera visión del samadhi, es cuando ves por vez
primera que el ser humano no
es el cuerpo. Se olvida
el cuerpo, se olvida el mundo. Tanto el hombre
como la mujer entran en una nueva dimensión que nunca habían
explorado.
La mujer
tiene capacidad para tener orgasmos múltiples, por lo
que el
hombre tiene que ser lo más lento posible. Pero la realidad es que tiene
tanta prisa en todo que destruye toda la relación. Debería estar muy
relajado, para que la mujer pueda tener orgasmos
múltiples. El orgasmo
del hombre debería llegar al final, cuando el
orgasmo de la mujer ya ha
alcanzado su cima. Es una simple cuestión
de entendimiento.
Estas son
diferencias naturales, no tienen nada que ver con el condicionamiento. Hay
otras diferencias. Por ejemplo, una mujer
está más centrada que un hombre... Es
más serena, más silenciosa, más
paciente, es capaz de esperar. Quizá a causa de estas cualidades,
la mujer tiene más resistencia a las enfermedades y vive
más que el hombre. A causa de su
serenidad, su delicadeza, puede
traer una plenitud inmensa a la vida del hombre. Puede rodear la vida
de un hombre de una atmósfera muy relajante, muy cálida.
Pero el hombre tiene miedo, no quiere
estar rodeado por la mujer, no
quiere dejarle que cree su calidez cariñosa en torno a él. Tiene
miedo, porque de esa forma se volverá
dependiente. Así que, durante
siglos, ha estado manteniéndola a distancia. Y tiene miedo
porque en lo profundo de sí sabe que la
mujer es más que él. Ella puede
dar nacimiento a la vida. La naturaleza la ha elegido a ella para
reproducir, no al hombre.
La
función del hombre en la reproducción es casi nula. Esta inferioridad ha
creado el mayor problema, el hombre ha empezado a
cortar
las alas de la mujer. Ha empezado a reducirla y condenarla
de todas las maneras,
para al menos poder creer que él es superior.
El hombre ha tratado a la
mujer como si fuera ganado, incluso
peor. En China, durante
cientos de años, se consideraba que la mujer no tenía alma, de forma que el
marido podía matarla y la ley no
interfería. La mujer era
posesión del marido. Si él quería destruir
sus muebles, no era
ilegal. Si quería destruir a su mujer, no era ilegal.
Este es el insulto supremo: que la mujer no tiene alma.
El hombre
ha privado a la mujer de educación, de independencia
económica. La ha privado de movilidad social porque tiene
miedo. Sabe que ella es
superior, sabe que ella es bella, sabe que darle independencia creará
peligro. Por eso, durante siglos la mujer
no ha tenido independencia. La mujer musulmana tiene que
llevar la cara tapada, para que nadie,
excepto su marido, pueda ver
la belleza de su rostro,
la profundidad de sus ojos.
En el
hinduismo, la mujer tenía que morir cuando moría su
marido. ¡Qué celos tan enormes! La has
poseído durante toda tu vida, e
incluso quieres poseerla después de la muerte. Tienes miedo.
Ella es hermosa, y cuando tú ya no estés, ¿quién sabe? Puede que encuentre
otro marido, quizá mejor que tú. Así que el sistema del sati ha
permanecido durante miles de años, el fenómeno más feo que uno pueda
imaginar.
El hombre
es muy egoísta. Por eso lo llamo chovinista, machista.
El hombre ha creado esta sociedad, y en esta sociedad no
hay lugar para la mujer. ¡Y ella tiene
tremendas cualidades propias!
Por ejemplo, si el hombre tiene la posibilidad de la inteligencia, la
mujer tiene la posibilidad del amor.
Esto no significa que ella no
pueda tener inteligencia; puede tenerla, simplemente hay que darle la
posibilidad de que la desarrolle. Pero el amor es algo con lo que ha nacido,
ella tiene más compasión, más dulzura, más comprensión... El hombre
y la mujer son dos cuerdas de una misma
arpa, pero ambos sufren cuando están separados el uno del otro. Y como están
sufriendo y no saben por qué, empiezan a vengarse el uno del otro.
La mujer
puede aportar una ayuda inmensa para crear una sociedad
orgánica. Ella es diferente del hombre, pero a un nivel igual.
Ella es tan igual a un hombre
como cualquier otro hombre. Ella tiene
talentos propios que son absolutamente necesarios. No es suficiente
ganar dinero, no es suficiente llegar a tener éxito en el
mundo; es más necesario un bello hogar,
y la mujer tiene la capacidad de
transformar cualquier casa en un hogar. Ella lo puede llenar
de amor; ella tiene esa sensibilidad. Ella puede rejuvenecer al
hombre, ayudarle
a relajarse.
En los
Upanishads hay una bendición muy extraña dedicada a
las nuevas
parejas. Una nueva pareja acude al vidente de los Upanishads
y éste les da
su bendición. A la chica le dice específicamente:
«Espero que llegues a ser madre de diez niños y que, finalmente,
tu marido sea tu onceavo hijo. Y a no ser que te hagas la
madre de tu marido, no
habrás triunfado como esposa verdadera.» Es muy extraño, pero tiene una
inmensa profundidad psicológica,
porque esto es lo que
descubre la psicología moderna, que todo hombre está buscando a su madre en
la esposa, y toda mujer está
buscando a su padre en el marido.
Es por eso
que todos los matrimonios fracasan: no es posible encontrar a tu madre. La
mujer con la que te has casado no ha venido
a tu casa para ser tu madre, quiere ser tu esposa, una amante.
Pero la bendición de los Upanishads, que tiene casi cinco o seis
mil años de antigüedad, ofrece
una visión similar a la de la psicología moderna. Una mujer,
quienquiera que sea, es básicamente una
madre. El padre es una institución inventada, no es natural...
Pero la madre seguirá siendo
indispensable. Se han probado ciertos
experimentos: han dado a los niños todo tipo de facilidades, medicación,
toda la comida... toda perfección proveniente de diferentes
ramas de la ciencia, pero, extrañamente, los niños siguen
encogiéndose y mueren en tres meses.
Entonces descubrieron que el
cuerpo de la madre y su calidez son absolutamente necesarios
para que crezca la vida. Esa
calidez en este enorme universo frío es
absolutamente necesaria al principio, de
otra forma el niño se sentirá
abandonado. Se encogerá y morirá...
No hay
necesidad de que el hombre se sienta inferior a la mujer.
Toda esa idea surge porque pensáis en el hombre y en la mujer
como dos especies
distintas. Pertenecen a una misma humanidad,
y ambos tienen cualidades
complementarias. Ambos se necesitan
mutuamente, y sólo
cuando están juntos están enteros... La vida hay
que tomársela con calma. Las diferencias no son contradicciones.Pueden
ayudarse mutuamente y realzarse inmensamente. La
mujer que te ama puede
realzar tu creatividad, puede inspirarte a
alcanzar cimas que nunca
has soñado. Y ella no te pide nada. Simplemente
quiere tu amor, que es su derecho básico.
La
mayoría de las cosas que hacen diferentes a los hombres y a
las
mujeres son condicionales. Las diferencias deberían mantenerse
porque hacen a los hombres y a las mujeres atractivos mutuamente,
pero no deberían utilizarse como reprobaciones. Me gustaría
que ambos se hicieran un todo orgánico, permaneciendo al
mismo tiempo absolutamente libres,
porque el amor nunca crea ataduras, da
libertad. Entonces podremos crear un mundo mejor.
A la mitad del mundo se le ha negado su
contribución, y esa mitad,
las mujeres, tiene una
inmensa capacidad para contribuir al mundo. Lo hubiera convertido en un
bello Paraíso.
La mujer
debería buscar en su propia alma su propio potencial
y
desarrollarlo, y tendrá así un hermoso futuro. El hombre y la mujer
no son ni iguales ni desiguales, son únicos. Y el encuentro de
dos seres únicos trae
algo milagroso a la existencia.
oshogulaab.com