20250407

 

Albert Einstein

Albert Einstein dijo una vez:
"La gente débil se venga, la gente fuerte perdona, la gente inteligente ignora."

Aquí hay 9 enseñanzas que aprendí de él:
1. No pienses demasiado en el futuro
"Nunca pienso en el futuro. Llegará pronto."
El futuro es incierto. Muchas veces nos preocupamos por lo que vendrá y olvidamos disfrutar el presente. Sé agradecido por lo que tienes y sigue trabajando por más.

2. Atrévete a pensar en grande
"Creo que sólo la especulación atrevida puede llevarnos más lejos y no la acumulación de hechos."

3. Sigue avanzando
"La vida es como rodar en bicicleta. Para mantener el equilibrio, debes seguir moviéndote."
No te detengas. Sigue avanzando, aprendiendo y evolucionando. Como dice el refrán: piedra que rueda no acumula musgo.

4. La dificultad de la política
Cuando le preguntaron a Einstein:
"Si el hombre descubrió el átomo, ¿por qué no podemos encontrar una solución política para evitar que nos destruya?"
Él respondió:
"Eso es sencillo, amigo mío. Porque la política es más difícil que la física."

5. La belleza de la sencillez
Busca la sencillez en la vida, pero sin caer en la simplificación excesiva.
Einstein aplicaba la llamada "navaja de Einstein", un principio que sugiere eliminar lo innecesario y quedarse con lo esencial.

6. La verdadera finalidad de la educación
Para Einstein, el propósito de la universidad no era memorizar datos, sino entrenar la mente para pensar.
Lee más. Reflexiona más.

7. Todos formamos parte del mismo árbol
"Todas las religiones, artes y ciencias son ramas del mismo árbol."
Nuestro objetivo es crecer en entendimiento moral y cultural. Todos pertenecemos a una misma humanidad.

8. Sé fiel a tu conciencia
"Nunca hagas nada contra tu conciencia, aunque el Estado lo exija."
La integridad debe estar siempre por encima de cualquier imposición externa.

9. La teoría de la relatividad
Einstein explicaba su famosa teoría de manera sencilla...
"Sentarse a leer dos minutos y que parezcan dos horas, o sentarse a charlar, con una bella dama dos horas, y que parezcan dos minutos, eso es relatividad."
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20250406

 Carta de Octavio Paz

“No te deseo el matrimonio prematuro, no te deseo la dependencia económica y espiritual de otro (marido o padres).
Me gustaría verte dueña de ti misma y, por tanto, responsable, libre y con el sentimiento de que la libertad no es algo que se goza (entonces no es libertad: es don, gracia que se nos da) sino algo que se conquista. Esa libertad tiene que ser, en primer término, espiritual y económica.

No consiste en hacer lo que se quiera sino en ser dueño responsable de nuestra vida, lo único que tenemos, lo único de verdad nuestro, lo único que no podemos confiar a nadie.
Nuestra vida es intransferible y nadie puede vivirla por nosotros.
Apenas tenemos conciencia de esto, apenas tomamos posesión de nuestra propia vida, empezamos a ser tolerantes con los demás y a reconocer que nuestra libertad se funda en la libertad de los demás.

No te quiero ni te deseo esclava o dependiente, pero tampoco tirana (en general las dos cosas van juntas). Entonces, ya libre, el amor podrá ser algo mejor que un sueño o una pesadilla: la unión de dos libertades… Perdóname: me vuelvo abstracto, un tanto pesado y, como me ocurre fatalmente, didáctico (¡yo que odio el espíritu de sistema y acción!)”
Carta de Octavio Paz a su hija Helena Laura Paz Garro
30 de marzo de 1959

 

Nacida como Maria Skłodowska el 7 de noviembre de 1867 en Varsovia, Polonia, entonces parte del Imperio Ruso, Marie Curie desafió las limitaciones impuestas a las mujeres de su época gracias a su profunda sed de saber. En un tiempo donde la educación superior femenina era escasa, Marie se trasladó a París para estudiar en la Sorbona, obteniendo licenciaturas en física y matemáticas.
En colaboración con su esposo Pierre Curie, Marie consagró su vida al estudio de la radiactividad, término de su propia invención. Sus investigaciones pioneras llevaron al descubrimiento de dos nuevos elementos químicos: el polonio, nombrado en honor a su Polonia natal, y el radio. Su trabajo no solo fue trascendental para la ciencia, sino que también abrió nuevas vías en la medicina, especialmente en el tratamiento del cáncer mediante la radioterapia.
Marie Curie hizo historia al convertirse en la primera mujer en recibir un Premio Nobel, y hasta la fecha, es la única persona que ha sido laureada con dos Premios Nobel, en diferentes campos científicos: Física en 1903 y Química en 1911.
A pesar de sus logros, su vida estuvo marcada por años de intensa labor y una exposición continua a la radiación, lo que afectó gravemente su salud. Falleció en 1934 a causa de una anemia aplásica, probablemente vinculada a su contacto con materiales radiactivos.
El legado de Marie Curie perdura en la ciencia como pionera en el estudio de la radiactividad, cuyas aplicaciones continúan salvando vidas. Además, su vida es un faro de perseverancia y una inspiración para quienes buscan el conocimiento con pasión.
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Una de las despedidas más difíciles ocurre cuando amamos a una persona y, al mismo tiempo, vemos que no es posible construir una relación sana a su lado.
Es un momento de profunda introspección, donde el corazón y la mente se debaten entre quedarse o partir.
Pues quedarnos, implicaría seguir esperando cambios que no llegan, tolerar acciones que nos duelen, aceptar el mínimo esfuerzo, perdernos en el intento de no perderle.
A veces, la esperanza nos ata a situaciones insostenibles.
Nos aferramos a la idea de que las cosas mejorarán, pero la realidad es que no siempre sucede así.
La valentía está en reconocer cuándo es momento de soltar y dejar ir.
Sabemos que irnos dolerá;
pero será la ruta que nos lleve a sanar.
El dolor de la despedida es inevitable, pero también es el primer paso hacia la curación.
Al alejarnos de lo que nos lastima, permitimos que nuestras heridas cicatricen.
Es un acto de amor propio y autocuidado.
En cambio, quedarnos, solo seguirá abriendo la herida más y más.
Permanecer en una relación insatisfactoria, prolonga el sufrimiento.
Cada día que pasamos en esa situación, la herida se profundiza.
Es como si estuviéramos rasgando una herida abierta, una y otra vez.
A veces eliges irte, no por falta de amor a esa persona, sino por tu amor propio, que te mueve a cuidarte.
Y... con amor te vas.
La decisión de partir no es un acto de falta de amor hacia la otra persona, sino un acto de amor hacia uno mismo.
Es decir: "Me amo lo suficiente como para no permitirme seguir sufriendo".
Y en ese amor propio, encontramos la fuerza para decir adiós, estar en PAZ y seguir adelante.
Recuerda que cada despedida es una oportunidad para crecer, aprender y transformarte.
A veces, el mayor acto de amor es soltar lo que ya no nos nutre, para dar espacio a nuevas experiencias y personas... que sí lo harán.


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