20240216

 

-  ROSA  -

Tengo 82 años, 4 hijos, 11 nietos, 2 bisnietos y una habitación de 12 m2.
Ya no tengo mi casa ni mis cosas queridas, pero sí quien me arregla la habitación, me hace la comida y la cama, me toma la tensión y me pesa.
Ya no tengo las risas de mis nietos, el verlos crecer, abrazarse y pelearse; algunos vienen a verme cada 15 días; otros, cada tres o cuatro meses; otros, nunca...

Ya no hago croquetas, ni huevos rellenos, ni punto, ni crochet.
Aún tengo pasatiempo para hacer sudoku que entretienen algo.

No sé cuánto me quedará, pero debo acostumbrarme a está soledad; voy a terapia ocupacional y ayudo en lo que puedo a quienes están peor que yo, aunque no quiero intimar demasiado. Desaparecen con frecuencia,,,
Dicen que la vida se alarga cada vez más.
¿Para qué?

Cuando estoy sola, puedo mirar las fotos de mi familia y algunos recuerdos de casa que me he traído.

Y eso es todo.
Espero que las próximas generaciones vean que la familia se forma para tener un mañana (con los hijos) y devolver a nuestros padres el tiempo que nos regalaron al criarnos.

"Cuidar de quien ya cuidó de nosotros, es la mayor de las honras".


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Llegar a viejo

Si se llevasen el miedo,
y nos dejasen lo bailado
para enfrentar el presente.
Si se llegase entrenado
y con ánimo suficiente.

Y después de darlo todo,
en justa correspondencia,
todo estuviese pagado
y el carné de jubilado
abriese todas las puertas.

Quizá, llegar a viejo,
Sería más llevadero,
Más confortable,
Más duradero.

Si el ayer no se olvidase tan aprisa.
Si tuviesen más cuidado en donde pisan.

Si se viviese entre amigos,
que al menos, de vez en cuando,
pasasen una pelota.
Si el cansancio y la derrota
no supiesen tan amargo.

Si fuesen poniendo luces,
en el camino, a medida
que el corazón se acobarda
y los ángeles de la guarda
diesen señales de vida.

Quizá llegar a viejo
Sería más razonable,
más apacible,
más transitable.

¡Ay, si la veteranía fuese un grado...!
Si no se llegase huérfano a ese trago.

Si tuviese más ventajas
y menos inconvenientes.
Si el alma se apasionase,
el cuerpo se alborotase,
y las piernas respondiesen.

Y del pedazo de cielo
reservado para cuando
toca entregar el equipo,
repartiesen anticipos
a los más necesitados.

Quizá, llegar a viejo,
sería todo un progreso,
un buen remate,
un final con beso.

En lugar de arrinconarlos en la historia,
convertidos en fantasmas con memoria.

Si no estuviese tan oscuro
a la vuelta de la esquina.
O, simplemente, si todos
entendiésemos, que todos,
llevamos un viejo encima.

J. M. Serrat

https://www.youtube.com/watch?v=Mj6NIMf9lyE




20240204

 

EL TORO DE FALARIS

LE DIERON A PROBAR DE SU PROPIO VENENO, EN EL TORO QUE, ÉL MISMO, MANDÓ CONSTRUIR.
El nombre de este artilugio hace referencia a Fálaris, un tirano que gobernó en el siglo VI aC en la antigua ciudad-estado de Acragante, hoy llamada Agrigento (Sicilia).

Su buen criterio en el gobierno, permitió, a la ciudad, vivir un periodo de bonanza y prosperidad. Ahora bien, Fálaris no era precisamente un santo y estaba muy lejos de poder ser considerado una buena persona.
En realidad, el tirano era conocido por su extrema crueldad y por su “creatividad” a la hora de ajusticiar a los condenados. Se llegó a decir que practicaba el canibalismo y que tenía un especial gusto por los niños pequeños.

En una ocasión, Fálaris contactó a Perilo de Atenas, un hábil escultor, herrero e inventor de reconocido prestigio en la ciudad, para que le construyera una nueva máquina de tortura, cuya crueldad y salvajismo infundiera terror en el corazón de sus enemigos (y en el de cualquiera que osase contradecirle).
Perilo encontró una solución elegante al problema que Fálaris le había planteado: su propuesta era -básicamente- una estatua de cobre hueca y en forma de toro. En el momento de cumplir la sentencia, se abría un compartimento en el lateral de la figura y se introducía al condenado en el interior del toro.
Y, por último, se encendía una gran hoguera en la parte inferior del artilugio. El metal se ponía al rojo vivo y terminaba asando, vivo, a la víctima.
El humo de su carne quemada y el sonido de sus alaridos, salían, en forma de bramido, por un par de agujeros que su creador había dejado en la nariz del toro.
Fálaris estaba emocionado con su nuevo “juguete", aunque todavía se mostraba escéptico con su eficacia.
Perilo había dejado el listón muy alto y el tirano quería saber si el artilugio realmente cumpliría sus expectativas. Haciendo gala de la fama que justamente se había ganado, Fálaris decidió utilizar a Perilo como sujeto de pruebas, así que ordenó que fuera arrojado al interior del toro para que muriera asado.
Tal y como explican algunas crónicas de la época, el creador del “Toro de Fálaris”no fue el único que padeció su tormento, sino que el propio Fálaris también tuvo que padecerlo.
En el año 554 aC. se produjo un levantamiento popular que acabó definitivamente con su reinado y con su vida.
Al parecer, la turba, enfurecida, arrojó, al tirano, al interior de su propio toro, para que muriera cocinado y pudieran escucharse sus bramidos.
Fuente: LA RAZÓN


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