20210930

 

 MI FERIA Y YO

La semana santa está concebida
para el disfrute de los capillitas, lo cual respeto.

La feria está diseñada para
el lucimiento del "señorito andalú".
Los demás, van a la feria a tragar albero
y a pisar mierda de caballo...
van a hacer bulto, son la estadística
y el relleno de la misma.


Yo no soy capillita.
Yo no  soy señorito andaluz.
Y, a mi, no me gusta
ir de relleno, a ningún sitio.

Mi feria me la montó
cuando y donde quiero.
Me divierto cuando lo creo conveniente
y no, cuando esta sociedad, de borregos sumisos,
me lo manda.

Estos son mis principios,
si no te gustan... tengo otros.

                                MPALACIOSH.

20210927

 

BECQUER...  EN VENTA.

“En Sevilla y en mitad del camino que se dirige al convento de San Jerónimo, desde la puerta de la Macarena, hay entre otros ventorrillos célebres uno que, por el lugar en que está colocado y las circunstancias especiales que en él concurren, puede decirse que era, si ya no lo es, el más neto y característico de todos los ventorrillos andaluces”.  

Así comienza el relato de “La Venta de los Gatos”, de Gustavo Adolfo Bécquer. 

Una narración que destila hechizo por entre sus poros y en la que el poeta plasma la inocente algarabía de la vida con sus amores de por medio, en una primera parte, y a su vuelta a la tierra, después de muchos años, la pesadumbre que se le adueña. Y es que el paisaje se volvió del revés y la vivencia era otra muy distinta: ni guitarras, ni cantes, ni bailes, ni vasitos de vino con aceitunas… 

Se construyó el cementerio, cercano al ventorrillo, y la niebla cayó sobre los matorrales inundándolos de una infinita tristeza. Pues que ya no era lo mismo.

No, nunca fue ni parecido a partir de entonces. 

Porque hoy no hay guitarristas y tampoco voces de caramelo que eleven a los cielos versos en la Venta de los Gatos

El tiempo, el maldito paso del tiempo, en íntima comunión con la desidia manifiesta de quienes fueron gobernando esta ciudad hasta la fecha, acabó con un emblema cultural que de seguro ciudades relevantes del resto de Europa lo hubieran conservado para la posteridad. Una seña de identidad, que se le llama, añadida a la figura gigante e inmortal del romántico por excelencia.

Sé que son bastantes las muestras de cariño, admiración y pertenencia que parpadean en Sevilla por Gustavo Adolfo y que, enmarcadas dentro de diversas disciplinas artísticas, hacen que se le recuerde en sus respectivos aniversarios. Pero un servidor, siempre ambicionó, para sus adentros, el acopio de todo lo que tuviera que ver con el misterioso mundo de Bécquer. 

Por eso, traigo hoy este “detalle” de inmueble, rabiosamente poético en su origen, que uno en su inocencia siempre creyó que se le mimaría hasta el punto de que su completa rehabilitación se haría realidad un día… para el gozo de nativos y foráneos.

Mas, he aquí, que en esta mañana, aciaga donde las hubiera, no se me ocurrió otra cosa que acercarme de manera sigilosa y extraña al lugar en donde la bailaora Amparo y el hijo del ventero se amaron hasta la muerte

“El carrito de los muertos / pasó por aquí, / como llevaba la manita fuera / yo la conocí”. Y el guitarrero se volvió loco y se encerró en un cuarto, y yo no acierto a comprender lo que estoy mirando, lo que delante de mí se muestra como otra locura más de las personas que pierden el alma en cuanto se agarran firmes a la vara del mando. 

Que la Venta de los Gatos, sevillanos de pro, tiene puesto el anuncio de “SE VENDE”. Que una obscena “grafitería” rodea, sin miramiento alguno, esta encantada casa preñada de inagotables sueños. 

Que todos pasan y pasan...  a su vera, como si nada.

Que un trozo, del inmenso corazón de Bécquer, está en venta.

 

JConde

 

20210924

 

Lectura para esta noche:


"Después de convertirme en presidente,
le pedí a algunos miembros de mi escolta que fuésemos a pasear por la ciudad.
Tras el paseo, fuimos a almorzar a un restaurante.
Nos sentamos en uno de los más céntricos, y cada uno de nosotros pedimos lo que quiso. Después de un tiempo de espera apareció el camarero trayendo nuestros menús.


Fue justo entonces cuando me di cuenta de que en la mesa que estaba justo frente a la nuestra, había un hombre solo, esperando ser atendido.Cuando fue servido, le dije a uno de mis soldados: ve a pedirle a ese señor que se una a nosotros.
El soldado fue y le transmitió mi invitación.
El hombre se levantó, cogió su plato y se sentó justo a mi lado.
Mientras comía sus manos temblaban constantemente y no levantaba la cabeza de su comida. Cuando terminamos, se despidió de mí sin apenas mirarme, le di la mano y se marchó.


El soldado me comentó:
-Madiba, ese hombre debía estar muy enfermo, ya que sus manos no paraban de temblar mientras comía.-
-¡No, en absoluto! la razón de su temblor es otra. 

Me miraron extrañados y les conté:
-Ese hombre era el guardián de la cárcel donde yo estuve encerrado. A menudo, después de las torturas a las que me sometían, yo gritaba y lloraba pidiendo un poco de agua y él venía me humillaba, se reía de mí y en vez de darme agua, se orinaba en mi cabeza.
Él no estaba enfermo, lo que estaba era asustado y temblaba quizás esperando que yo, ahora que soy presidente de Sudáfrica, lo mandase a encarcelar y le hiciese lo mismo que él me hizo, torturarlo y humillarlo. 


Pero yo no soy así, esa conducta no forma parte de mi carácter, ni de mi ética.
Las mentes que buscan venganza destruyen los estados, mientras que las que buscan la reconciliación construyen naciones."


-Nelson Mandela, activista político, 
en 1962 fue arrestado y acusado de conspiración para derrocar al gobierno, por lo que fue sentenciado a prisión perpetua. Estuvo encarcelado durante 27 años, primero en la isla Robben y después en las prisiones de Pollsmoor y de Víctor Verster. 

Campañas internacionales abogaron por su liberación, y fue excarcelado en 1990 en medio de una convulsión social en Sudáfrica.