Llegado el mes de Noviembre, era tradición en Sevilla hacer representaciones de un clásico mito sevillano como es el llamado D. Juan Tenorio. Pero la verdadera historia no es tan bella y romántica como la describen, ni fueron reales todos esos lugares que hoy se relacionan con la obra y que se muestra al turismo como ciertas.
Pendenciero, jugador y mujeriego, a sus 20 años era conocido en todos los antros de la ciudad, famoso por sus múltiples duelo a espada, de los cuales, ostentaba en el guardamanos de su florete 18 pequeñas cruces labradas, una por cada uno de rivales que le había quitado la vida en dichos duelos.
En uno de los bailes organizados por la familia Ulloa, perteneciente a la alta sociedad sevillana, y en la cual se encontraba como invitado, se fijó en la hija menor de la familia llamada Inés, contando tan solo con solo 16 años se encontraba instruyendo su formación en el convento de Santa Paula, en el cual se encontraba interna, saliendo solamente en ocasiones especiales como esta.
No tardo “Pedrito” en insinuársele, obteniendo la negativa por respuesta, lo que supuso una gran ofensa para él. Valiéndose de su dinero, alguien dejo una noche el portillo del convento abierto permitiéndole el paso al interior.
De madrugada, Pedro accedió al interior del convento dirigiéndose al dormitorio de Ines, mientras un par de compinches aguardaban fuera, agarrando a la muchacha la amordazo y se dirigió a la salida. Una vez fuera del convento la echo a la grupa y se encamino raudo a un pequeño palacete a la orilla del río, en el cercano San Juan de Aznalfarache, de cuya existencia solo era conocedor él y sus amigos de aventuras.Al día siguiente, tanto la familia como los alguaciles la buscaron infructuosamente por toda la ciudad sin suponer cual había sido su suerte.
Durante una semana la mantuvo ”Pedrito” retenida a Inés en dicho palacete, sometiéndola a todo tipo de vejaciones, pasado esos días, una noche la abandono en la puerta del convento. Teniendo conocimiento la familia de lo ocurrido, lo puso en conocimiento de las autoridades, saliendo todos en busca del famoso “galán,” el cual esa misma noche había puesto tierra de por medio partiendo con varios de sus amigos hacia el Norte de la Península.
Como es de suponer, la joven Inés tomo los hábitos en el convento, mientras su familia se afanaba en encontrar al culpable para limpiar la grave ofrenda.
Había pasado casi un año, cuando les llegan noticias a la familia que “Pedrito se encontraba con sus amigos en una venta a las afueras de la ciudad llamada venta del Rodeo,en la Actual Alameda de Hércules, dada su proximidad a una antigua cruz conocida popularmente como “Cruz Del Rodeo” ya que al tener unos mosaicos con las estaciones del Vía Crucis a su alrededor, venían las cofradías de la época como objetivo de su estación de penitencia, dándole un rodeo a la misma y volviendo sobre sus pasos, de ahí su nombre.
La familia se pone en marcha en compañía de sus criados, pero cuando llegan al lugar se encuentra que un piquete de alguaciles comandado por un tal capitán Centellas había sido alertado de la presencia del fugitivo, entablándose un combate entre ellos y los el cual el referido capitán atraviesa el corazón de D. Pedro, yaciendo este muerto en el suelo.
Una vez en Sevilla el gran dramaturgo vallisoletano D. José Zorrilla, ni que decir tiene que era conocedor de la gran obra de Tirso de Molina “El Burlador de Sevilla,” conoce la historia del llamado “Pedrito.”Este toma papel y lápiz y haciendo un compendio de las dos historias, escribe esa maravillosa obra romántica llamada “Don Juan Tenorio” que, como hemos podido comprobar, queda muy lejos en realidad de lo que realmente fue.
Al negarle la iglesia el enterramiento a D. Pedro en campo santo, por sus muchas atrocidades, la familia edifica una pequeña capilla en el mismo sitio donde cayó muerto,presidida por tan solo una tosca cruz de madera, siendo enterrado en un nicho en el suelo al que se le coloca una lápida de mármol con la sola inscripción de RIVERA.
En una de las grandes inundaciones que asolaban Sevilla, el nicho es destruido y sus huesos arrastrados por las aguas, quedando como únicos exponentes de este suceso la capilla y la tapa de mármol, encontrándose actualmente en el Monasterio de la Cartuja.
La capilla después de este suceso, es ocupada por la hermandad de dicha Cruz del Rodeo, poniéndola al culto en su altar mayor. Después del terremoto de Lisboa la capilla queda muy deteriorada desapareciendo la vieja Cruz. No paso mucho tiempo para que una hermandad cuyo titular era la Virgen del Carmen, restaurara la misma y se instalara en ella para darle culto a una imagen con esa advocación, continuando así hasta nuestros días, siendo la que conocemos actualmente como “Capillita del Carmen” en la calle Calatrava.
Esta historia está redactada y narrada por mí, ajustándome fielmente a lo descrito en los documentos de la época.
Manuel G .Ponce